De la audacia de la esperanza con que Obama tituló su libro (ése que erradamente prometía restaurar el sueño americano), el presidente ha pasado en sólo un año a la audacia de la ceguera. Como en la novela del también errado Saramago, una extraña epidemia parece acechar la Casa Blanca y a los líderes del Partido Demócrata. En su ceguera, siguen sin ver lo que significó el monumental descalabro electoral en Massachusetts. Sólo unas horas después, por ejemplo, el propio Obama restó importancia a la derrota en Casa Kennedy, alegando que respondía al enfado general de los norteamericanos "por lo que ha ocurrido en los últimos ocho años", o sea por culpa de George W. Bush.
La arrogante audacia de la ceguera mostrada por Obama pasa por alto lo más obvio: que Brown fue elegido como republicano haciendo campaña sin medias tintas contra la agenda del propio Obama, defendiendo los recortes de impuestos de Bush, apostando por un ejército fuerte y sin dar protección alguna a los terroristas, apoyando duros interrogatorios a los yihadistas, negando el calentamiento global por causa humana y, de manera más clara, oponiéndose al proyecto de ley sobre la salud que Obama, Pelosi y Reid querían colarnos con embudo a los norteamericanos. Hoy sabemos ya, por cierto, que ese proyecto de ley está ya casi difunto.
La ceguera de Obama es, además, epidémica y está propiciando luchas internas en el seno de su propio partido. Los Clinton se frotan las manos pensando en 2012. Los medios de comunicación fieles a Obama, o sea casi todos, andan miopes, según prueban las columnas de analistas de la progresía como Krugman o EJ Dionne, así como los editorialistas del New York Times. Hasta en la cadena MSNBC, Chris Matthews se pelea ya con el ex presidente del Comité del Partido Demócrata, Howard Dean, y el presentador Keith Olbermann llama a Scott Brown "irresponsable", "homófobo", "racista", "reaccionario", "nudista"... Como hicieron con Sarah Palin, la izquierda americana y la europea también han encontrado ya en Brown y su familia la nueva diana. Todo sea por salvar a Obama.
Frente a la incompetencia intelectual de la izquierda a la hora de realizar un debate serio sobre ideas y hechos objetivos, no faltan –cabe decirlo– los más radicales que culpan a Obama por no haber sido lo suficientemente de izquierdas. En su ceguera tampoco entienden que lo de Massachusetts, como lo de Virginia y New Jersey antes, fue el rechazo de la ciudadanía al Gran Gobierno impulsado por Obama. Porque en Massachusetts, se votó contra Obama y contra la maquinaria política socialdemócrata. Cosas del destino si recordamos que fue en Boston también cuando en 1773 tuvo lugar el célebre Motín del té adelantando la gran revolución e independencia de los Estados Unidos.
La crisis a la que se enfrenta a día de hoy Estados Unidos requiere otra vez, como quería Reagan, del esfuerzo de los ciudadanos, del auténtico deseo de creer en nosotros mismos y de confiar en nuestra capacidad de alcanzar grandes logros. Tan sólo hace falta creer, como afirmó Reagan, que "juntos, con la ayuda de Dios, podemos solucionar los problemas que nos acechan". Tal es la audacia del entusiasmo que hoy recorre de costa a costa el pensar de millones de estadounidenses de a pie. Ese es el "excepcionalismo americano" que, como en 1980 o en 1994, pondrá a cada cual en su sitio en las próximas elecciones. Para muchos, Obama empieza ya a sobrar aunque este próximo martes vuelva a vestirse de cordero en su discurso del Estado de la Nación. De momento, vaya un brindis desde aquí por Mary Jo Kopechne.