Ganar, ¿para qué?
Sería bueno que Rajoy comenzara a formular una alternativa liberal. De otro modo, el PP corre el peligro de que los votantes lleguen a la conclusión de que para hacer socialismo no hay nadie mejor que los socialistas.
Al principio del Gonzalato, desde la entonces Alianza Popular se promovió, medio en broma medio en serio, la idea de que ante la deriva ideológica del felipismo, ganoso ahora de aceptar mercado, el capitalismo y la libre empresa, lo justo era que gobernara Alianza Popular. Si queremos favorecer al mercado, decían, lo mejor es que gobierne el partido que lo defiende con convicción y no, como los socialistas, a regañadientes y sólo después de haber agotado todas las demás opciones. Naturalmente ni Fraga ni Felipe han sido nunca partidarios enfebrecidos de la libertad, pero esa es otra cuestión.
Más de cuatro lustros han pasado desde entonces. Gobiernan de nuevo los socialistas y ahora son los populares los que, animados por varias encuestas vaporosamente favorables, ventean tierra y se aprestan a aceptar cada mañana un nuevo sapo zapatérico. Hasta tal punto de que un hipotético Gobierno de Rajoy comienza definiéndose por lo que no tocaría: la inmovilidad como virtud. Por ahora sabemos que no eliminaría la Educación para la Ciudadanía, ni la ley de descargas digitales. El Feijoazo de Año Nuevo aseguró la supervivencia y aún la buena salud de la inmersión lingüística también allí donde gobierne el PP. Naturalmente el mal llamado "matrimonio gay" está aquí para quedarse y la ley del aborto esta hecha de la misma roca que los Verracos de Guisando. Granito. La reforma laboral que promete Rajoy se basa en "un nuevo contrato que contemple una menor indemnización por despido, vinculado a una mayor estabilidad". Es decir, un café con leche, sin café y que no lleve leche.
Lo que parece ignorar Rajoy es que ganar no es suficiente. El Partido Popular tiene una oportunidad real de ganar y de ganar con una mayoría histórica. Es ya muy evidente el hastío que produce Zapatero a los españoles, pero para apoyar a una alternativa es preciso, en primer lugar, que ésta exista y hoy por hoy preguntado un ciudadano "¿si fuera presidente del Gobierno, que haría Rajoy diferentemente de Zapatero?", probablemente el ciudadano no sabría que responder. Quía. Probablemente Rajoy no sabría que responder. Tras casi seis años de un Gobierno basado en la mentira y el agit-prop, los ciudados están no sólo dispuestos sino ansiosos de oir ciertas verdades: que hay que recortar profundamente el gasto público, que el Estado no puede imponer moral a los ciudadanos, que ni el Estado crea riqueza ni el Gobierno puestos de trabajo, aunque si puede destruirlos, que sólo la libre empresa crea riqueza y trabajo, que los subsidios generan desesperación y miseria, que hay principios y valores a los que un Gobierno no debe ni acercarse y sobre todo que en última instancia el individuo debe ser libre para determinar su vida y que el Gobierno cuanto más pequeño mejor.
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