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Javier Moreno

El Mundo menstrúa

Sugerir siquiera que los terremotos sean un mecanismo de limpieza del planeta, y más aún, de limpieza de una humanidad convertida en plaga, excede toda medida no ya de inmoralidad, sino de lógica.

Lo de Haití es una manera un poco aparatosa -pero una manera, al final- de limpiar el planeta. Así se pronuncia Salvador Sostres, excolumnista de Avui y columnista de El Mundo. Con salvadores del mundo de esta catadura, nuestro pequeño país terminará por sucumbir a los temblores de tierra políticos. Lo de Haití –esto es, un temblor de la vieja tierra bajo nuestros pies– no puede suceder aquí. Esto es debido a que España se halla situada ligeramente dentro en su placa litosférica.

Desde que Alfred Wegener propusiera su teoría de la deriva continental, a principios del siglo XX, la investigación en geología ha avanzado considerablemente. Ahora sabemos que la tierra es un planeta dinámico, que vivimos sobre placas que se mueven, si bien lentamente, y que una de las consecuencias que se derivan de esta deriva son los terremotos. Allí donde confluyen las placas oceánicas y las continentales, o las continentales entre sí, existen inevitables fenómenos sísmicos, que acaecen en momentos impredecibles. Del choque de la India con Eurasia, por ejemplo, surgió la cordillera del Himalaya.

"El mundo menstrúa", dice Sostres. Desde abajo de las placas litosféricas, donde se halla el infierno del denominado manto, se elevan los minerales ardientes que, en los fondos marinos, forman nueva tierra que empuja y desplaza a la antigua (movimientos que son el lejano origen de los terremotos). Pero Sostres no se refiere a ese magma hirviente vomitado desde las profundidades terrestres cuando habla de menstruación. Otorga al planeta una especie de voluntad perversa, o de naturaleza evolucionada perversa, que lo lleva a exterminar en un holocausto despiadado a cientos de miles de personas de cuando en cuando. Es una atribución igual de absurda que la hecha por el gorila rojo –que me disculpen estos grandes simios– con la Marina de los Estados Unidos.

Aunque es cierto que a lo largo de la historia de la evolución se han dado extinciones masivas, como la del Pérmico o la del Cretácico, y muertes en masa provocadas por diversas circunstancias geológicas, sugerir siquiera que los terremotos sean un mecanismo de limpieza del planeta, y más aún, de limpieza de una humanidad convertida en plaga, excede toda medida no ya de inmoralidad, sino de lógica.

Este pequeño nazi de provincias se considera capacitado para juzgar lo que el mundo necesita o –lo que es peor– aquello de lo que debe prescindir sangrientamente. Para exponer metafóricamente sus ideas radicales y genocidas no duda en utilizar los procesos biológicos y los geológicos. Un tipo que llegó a afirmar "me siento superior a los españoles, estamos varios escalones por encima en la escalera evolutiva" es la clase de tergiversador que más daño puede causar a una sociedad libre. Ya no es sólo que ignore qué es y cómo ha operado la evolución biológica, teniendo de ella una idea muy parecida a la de los nazis genuinos –raza superior necesitada de su espacio vital–, es que pretende que la realidad se amolde a sus designios, siendo estos designios la exclusión y el sometimiento de la mayoría por una minoría de la que él, como es natural, forma parte. Debería decir, si hubiera en él un asomo de irónica autocrítica, eso de Groucho Marx de "no deseo pertenecer a ningún club que acepte como socio a alguien como yo".

El Mundo menstrúa, si. El periódico El Mundo –club que ha aceptado a este miembro o, con anterioridad, a personajes como Antonio Ruíz de Elvira, calentólogo catastrofista– terminará por desangrarse como siga en esa línea.

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