La TIA y Llamazares
La negligencia del FBI podría ser fruto de la impericia de un agente despistado, pero tratándose del enemigo público número uno del mundo libre no es de recibo. Sería más razonable empezar a cuestionar un sistema que falla más que una escopeta de feria.
La mutación de Ben Laden en Gaspar Llamazares sería cómica si no fuese trágica. Pese a su impagable labor para cambiar la U, de unida, por la H, de hundida, el matasanos habanero me sigue pareciendo un tipo más que antipático: cara de vinagre, demagogo estomagante, tonto útil de ZP, apologista de la dictadura cubana, lacayo de la carcundia peneuvista, adicto a los chalaneos con la ETA, antisemita enfermizo... Permítanme, pues, con este currículo, que las desgracias de este cenizo –una constante desde que sucedió a Frutos– no despierten en mí la menor empatía ni compasión. Más bien hilaridad.
Sin embargo, esta vez la cuestión sí es grave. Lo del FBI supera con creces la imaginación del gran Ibáñez –creador de Mortadelo y Filemón, agentes de la TIA– que no es poco. Resultaría inverosímil que el Doctor Bacterio perpetrase tal chapuza. En esas manos estamos. No es la primera vez, ya vimos hace unas semanas cómo un individuo que figuraba en una lista de terroristas de la CIA entraba sin problemas en un avión cargado de explosivos, mientras el común de los mortales es tratado como un presunto delincuente cada vez que tiene que embarcar. Eso es lo más indignante. Tenemos que aceptar un insoportable e inútil recorte de libertades en aras de la "seguridad" –pronto La vida de los otros será una película de actualidad, aunque la Stasi se tomaba más en serio su trabajo– para que las agencias que supuestamente nos protegen compitan en torpeza e ineptitud.
La negligencia del FBI podría ser fruto de la impericia de un agente despistado, pero tratándose del enemigo público número uno del mundo libre no es de recibo. Sería más razonable empezar a cuestionar un sistema que falla más que una escopeta de feria. Siempre he pensado que los planteamientos anarco-capitalistas, de Rothbard a Nozick, pese a su impecable formulación teórica, en asuntos como éste se alejaban de la realidad. Pero ésta es tozuda y parece empeñada en dar la razón a quienes defienden la gestión privada también de la seguridad. Un ejemplo paradigmático de incompetencia es la DEA (Drug Enforcement Administration) y su War on drugs (guerra contra las drogas). Desde su creación en 1968, esta agencia ha dilapidado una ingente cantidad de dinero público, muy superior al PIB español, para que el consumo de drogas no deje de crecer, al igual que el poder de los narcos y sus cárteles.
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