Uno de los argumentos que sostienen los que son contrarios a las descargas es que quien se baja la música de un artista no compra el CD, y por tanto hace que ese artista deje de ganar el dinero que merece. Lo cual es cierto, pero falaz. El hecho de que muchos bajen canciones y no compren discos no tiene que ver con la moralidad de los descargadores sino con la inepcia comercial de las discográficas.
La mayor parte de los aficionados a la música, incluyendo a todos los menores de 20 años, la oyen en un reproductor MP3. Un CD es algo que se usa, si acaso, en el coche y a veces ni eso. Lo que quiere decir que para disfrutar de la música que has comprado lo primero que debes hacer es introducir el CD en el ordenador, ejecutar un programa que convierta la música a MP3, conectar el reproductor y transferir las canciones transformadas. El formato CD impone además que el comprador se lleve obligatoriamente un puñado de canciones aunque sólo le interese una de ellas. Si además tu gusto se sale un poco de lo normal, olvídate de encontrar la música que deseas.
Frente a esto, una aplicación de descargas te permite encontrar fácilmente cualquier canción, bajarla en cuestión de minutos y pasarla directamente al reproductor MP3. El que sea gratis es un plus pero no es la principal ventaja, como lo prueban las millones de canciones vendidas en iTunes. Si muchos ya no compramos CDs no es porque seamos unos ladrones que lo queramos todo gratis, sino porque la alternativa es muy superior. Hay quien se baja música que tiene ya comprada en CD, sólo por no tomarse la molestia de buscar el CD en cuestión y pasar por el proceso de conversión.
¿Por qué se insiste entonces en vender la música en un formato tan poco práctico para el consumidor? ¿No sería mejor buscar maneras de proporcionar más valor al cliente? Hay quien prueba a incluir DVDs, libros, fotografías y otros materiales que pueden resultar atractivos para los fans, pero esa es toda la innovación que se le ocurre a un sector plagado de "creativos".
Debe ser que a la industria discográfica se le ha olvidado que es eso, una industria, y que un negocio sólo prospera si consigue proporcionar a sus clientes más valor que el dinero que éstos le entregan a cambio. Insultar, denunciar, exigir compensaciones al Gobierno, lloriquear o extorsionar no son modelos de negocio.