Las respuestas de Zapatero a las preguntas de El País, aparte interpretaciones interesadas, muestran a un Zapatero más firme que nunca en sus dislates. Pero, por desgracia para España, de todos esas brutalidades, exageraciones y arbitrariedades, que él osa llamar argumentos, saca rédito electoral. De esta entrevista-río, a pesar de que nos disguste, sale muy favorecido el personaje. Aparece, desde su nuevo puesto de presidente de la UE, como más "legitimado" que nunca para decir barbaridades sobre la Unión Europea, la crisis económica y, sobre todo, para contestar con la frialdad de un verdugo profesional sobre la próxima sentencia del Tribunal Constitucional acerca del contra constitucional Estatuto de Cataluña.
Sobre sus destrabadas, contradictorias y desmentidas noticias acerca de que es menester sancionar a los países de la UE que no cumplan con la agenda económica 2020, que han sido el hazmerreír del mundo entero, declara que han generado un grandioso debate en Europa del que nadie jamás se olvidará. De las preguntas sobre la crisis económica, casi siempre planteadas al margen de España, sale con garbo y desfachatez; sí, él, el presidente del Gobierno, nada tiene que ver con esta crisis que, en cuanto empiece a remontar, le hará recuperar los puntos que ha perdido en los dos últimos años respecto al PP.
Por otro lado, Zapatero no deja lugar a dudas sobre la viabilidad de sus alternativas frente a las del PP, que no pasa de ser, según su parecer un partido sin ideas, o peor, un partido de la extrema derecha, obsesionado por perseguir a los trabajadores y apoyar a los empresarios explotadores al exigir un cambio de la reforma laboral. Zapatero sabe a la perfección que se la juega en el asunto de la crisis económica, de ahí que reitere sus críticas al PP y, sobre todo, le recuerde, una y otra vez, que en lo fundamental la oposición ha apoyado sus medidas para salir de la crisis.
Pero, al margen de sus dislates sobre la aplicación del Tratado de Lisboa y los tiempos que "inventa" para salir de la crisis económica, resulta imposible pasar por alto su desvergüenza a la hora de interpretar la sentencia que saldrá del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto de Cataluña. Ahí Zapatero revela una frialdad y dureza respecto a la cuestión central de nuestra vida en común, la nación española, que da miedo. Para él la sentencia del Tribunal Constitucional, que seguro que ya conoce enteramente, no acarreará ningún problema. Dejará las cosas tal y como están. Punto. Además, los pocos comentarios, críticas y desazones no durarán "más allá de unas semanas."
En eso, sin duda alguna, tiene razón. Eso es lo trágico. Todos tragarán, viene a decir Zapatero, con la desaparición de la nación española que yo he propuesto, dirigido y ejecutado. Ahí reside el gran triunfo de Zapatero. Allí donde fracasaron los socialistas de antaño, él solito está imponiendo su ley: España como Nación ya ha muerto, y él se está encargando de que la plebe no se entere. O peor, cuando se entere, será demasiado tarde. Zapatero trata a marchas forzadas de esconder el cuerpo del delito para que nadie lo acuse... Él sólo ha llevado hasta sus últimas consecuencias el ejemplo más "insigne de corrupción democrática", por decirlo con el reciente libro de Gustavo Bueno (El fundamentalismo democrático), de la España democrática, o sea, "de generación de efectos indeseables para la Nación española, de fraude de ley, si se quiere (como algunos dicen), que la democracia, si no ha propiciado como tal, por lo menos ha facilitado y en todo caso no ha podido conjurar".