Colabora
Cayetano González

Objetivo: matar a Aznar

ETA siempre ha sabido que con la derecha en el poder lo tendría más crudo que con la izquierda. Y no solamente lo ha sabido, sino que lo ha experimentado.

¿Por qué la banda terrorista ETA intentó por tres veces, entre abril y mayo de 2001, asesinar al entonces presidente del Gobierno, José María Aznar? ¿Por qué lo intentó seis años antes, en abril de 1995, cuando entonces era líder de la oposición, pero con fundadas esperanzas, como luego sucedió un año después, de llegar a la Moncloa? ¿Por qué la banda terrorista no lo ha intentado, al menos que se sepa, con otros presidentes del Gobierno, como por ejemplo, Felipe González o Zapatero? A algunos les pueden resultar duras e incluso improcedentes estas preguntas, sobre todo la última, pero las tres tienen respuesta dentro de la "lógica" de un grupo terrorista como es ETA.

En abril de 2001, ETA estaba literalmente contra las cuerdas, después de haber llevado a cabo aquella tregua trampa de 1998, que terminó como siempre han acabado las "treguas" de la banda: volviendo a matar. Los miembros de ETA, que son unos asesinos pero no tienen un pelo de tontos, experimentaron en sus propias carnes que la política antiterrorista llevada a cabo por Aznar desde su llegada al poder en 1996 buscaba de forma impecable e implacable su derrota total y definitiva. Una lucha antiterrorista planteada desde el Estado de Derecho y sin los atajos, es decir, al margen de la ley, como se habían tomado en los gobiernos de Felipe González con el GAL.

ETA sabía que con Aznar en la Presidencia del Gobierno nunca conseguirían ninguno de sus objetivos políticos por los que venía asesinando y extorsionando desde hace cuarenta años. Por lo tanto, desde esa lógica, desde la "lógica" de los terroristas, tenía su sentido que intentara quitar de en medio, eliminar físicamente, al máximo responsable de esa política antiterrorista.

Además, en esas fechas de abril y mayo de 2001 en las que ETA intentó por tres veces matar a Aznar, se llevaba a cabo la campaña electoral de las elecciones autonómicas vascas que se celebraron el 13 de mayo de ese año y que podían haber aupado a un popular, Jaime Mayor Oreja, con el apoyo de un socialista, Nicolás Redondo Terreros, a la Lehendakaritza en el Palacio de Ajuria-Enea de Vitoria. Tanto fue el temor que tuvo no sólo el PNV, sino la propia ETA, a esa posibilidad, que se produjo de forma natural y no sé si espontánea un trasvase de unos 80.000 votos de Batasuna al PNV, lo que propició el triunfo de este partido en las urnas y la continuidad de Ibarretxe en la Presidencia del Gobierno Vasco, gracias al apoyo de EA y de ese socio/tonto útil que siempre fue la Izquierda Unida de Madrazo y Llamazares.

ETA siempre ha sabido que con la derecha en el poder lo tendría más crudo que con la izquierda. Y no solamente lo ha sabido, sino que lo ha experimentado. De alguna manera, en las negociaciones de Argel, con Felipe González en la Moncloa y, sobre todo, en la pasada legislatura con Zapatero y su mal llamando "proceso de paz", la banda terrorista vio que podía plantear con toda tranquilidad reivindicaciones políticas y que no pasaba nada. Es decir, que sus interlocutores entraban a la negociación.

ETA sabe que la izquierda española siempre ha tenido un punto de reparo en eso de acabar con el terrorismo por la vía del combate policial. ETA sabe que esa izquierda acomplejada y pacata siempre preferirá la vía de la negociación y de un final dialogado que eso tan abrupto para los "progres de salón" como es aplicar la ley y detener a los terroristas. Por lo tanto, y con esto respondo a la tercera pregunta que planteaba al comienzo de este artículo: ¿para qué eliminar a los actores de esa estrategia si con ellos algún día se puede negociar y conseguir alguna ventaja política a cambio de dejar de matar?

Ver los comentarios Ocultar los comentarios

Portada

Suscríbete a nuestro boletín diario