El regalo navideño de Barack Obama y el Partido Demócrata a los norteamericanos es una nueva ley de sanidad que cuesta, para empezar, dos billones y medio de dólares (trillones, en terminología norteamericana) y que limita la libertad individual de los ciudadanos. Tras una escabrosa odisea legislativa guiada por el rodillo de la mayoría demócrata, las dos cámaras del Congreso han aprobado los dos distintos proyectos de ley por los pelos. El siguiente paso es conciliar ambos proyectos y que Obama firme la nueva ley a inicios de 2010 para permitir así al Gran Gobierno controlar una sexta parte de la economía estadounidense.
Se trata de la primera vez en varias décadas que una ley de tan considerable importancia, tanto por sus implicaciones económicas como sociales e individuales, se aprueba en el Congreso de forma tan burda y unipartidista. El proyecto de ley que se aprobó en el Senado esta Nochebuena no tiene afortunadamente apoyo alguno por parte del Partido Republicano como respuesta a este atroz intento de Obama y los suyos de socializar la medicina estadounidense. Además de todo esto, nunca antes Estados Unidos había visto el abuso de comprar votos e intercambio de favores (millones para senadores demócratas como Ben Nelson, Mary Landrieu, Chris Dodd...) para aprobar una ley de esta envergadura, en una serie de acciones más propias de una república bananera que de la primera democracia del planeta.
La apresurada aprobación esta Nochebuena del proyecto de ley en el Senado es en sí ya sospechosa y muestra el modus operandi de los líderes demócratas para aprovechar días familiares y contar con la escasa atención de la ciudadanía a la política en estas fechas. Por mucho que Obama y el Partido Demócrata quieran disimular, ellos saben que la sociedad norteamericana está mayoritariamente opuesta a esta ley, de ahí que todo valga con tal de aprobar esta piltrafa legislativa. No haberlo hecho sería un fracaso para Obama, pese a que estamos convencidos de que las consecuencias negativas de esta aprobación se verán, sin duda, en las elecciones intermedias de noviembre de 2010.
La nueva ley carga de impuestos hasta los ojos a los ciudadanos norteamericanos, con subidas sustanciales tanto a individuos como a familias en todos los estratos sociales. Obama rompe otra vez así su promesa electoral de no subir los impuestos. La ley, además, incluye multas a los individuos y empresas que no cumplan con el mandato gubernamental. Lo mismo a los individuos que se nieguen a comprar un seguro de salud. Y cuando se vean obligados a ello, habrá de ser un seguro previamente aprobado por el Gobierno. También se les exige a los estados que cumplan unos requisitos pero sin permitir a los ciudadanos la compra de seguros de salud en otros estados. Por si fuera poco, parte de los impuestos de todos los norteamericanos se emplearán obligatoriamente en la práctica de abortos. Jugando con los números, la Oficina del Presupuesto del Congreso, bajo la presión de Obama y los demócratas, afirma que el plan aprobado en el Senado reducirá el déficit pero sus cálculos se realizan sobre una base hipotética e irreal del verdadero coste del proyecto de ley.
Lo que hace esta ley es, en definitiva, echar por tierra todo el sector privado de la salud en Estados Unidos y sustituirlo por una serie de gigantescos controles federales a las aseguradoras privadas. El Gobierno impone así los paquetes de beneficios de los seguros, el uso del tratamiento médico, lo que se puede hacer y lo que no según la edad y condición del paciente, con racionamiento de servicios. Estamos así ante una intromisión del Estado niñera y de sus políticos en un campo ajeno a su conocimiento –el de la medicina– que generará restricciones en la libertad personal y económica de los estadounidenses. Saltándose por encima el principio de libertad individual marcado en la Constitución, los demócratas legislan así imponiendo obligaciones a individuos, familias y empresas en materia de seguros médicos.
Para quienes seguimos creyendo en la democracia representativa y en la libertad individual que protege la Constitución de Estados Unidos, la aprobación de esta ley supone una grave restricción de la libertad personal y económica de cada ciudadano norteamericano. Con esta ley, además se suprime la libertad de mercado y la competencia en el campo de los seguros médicos; se tergiversa la libertad del empleado y el empleador respecto a dichos seguros y lo mismo en cuanto a los programas de "Medicare" y "Medicaid". El regalo de Navidad de Obama es, en fin, que los políticos de Washington se convierten desde ahora en controladores inquisitoriales de los servicios médicos sin saber ni jota de medicina.
Este es el regalo navideño de Obama y los demócratas al pueblo norteamericano bajo excusa de una falsa obligación "moral" de proporcionar cobertura médica para todos: sí, falsa, porque esta ley no cubrirá a todos, sino que seguirá dejando fuera a millones de norteamericanos ahora y dentro de diez años, con ocho millones de personas sin cobertura médica; falsa porque generará –tal como Hayek ya nos advirtió– un camino de servidumbre; falsa, porque el déficit se disparará todavía más y donde se rompe con un sistema de salud que, sin ser perfecto, respetaba hasta ahora la libertad individual para decidir sobre la salud propia.
No extraña que Obama cierre el año con la peor aprobación popular desde su llegada a la Casa Blanca, con sólo un 44% de ciudadanos a favor y ya con un 56% en contra. El pueblo norteamericano no olvida estas cosas y en las elecciones intermedias de noviembre de 2010 lo comprobaremos. No les quepa la menor duda.