Encanallamiento periodístico
Seamos claros: nadie que escriba en este país o que opine contra el Gobierno está libre de este tipo de insultos verbales y, por supuesto, de agresiones físicas como las que ha sufrido Tertsch.
Hermann Tertsch, un buen periodista, ha sido agredido por un salvaje. Es un síntoma terrible, uno más, de lo que se nos viene encima. En realidad, hace ya tiempo que algunos de nosotros ya llevamos sufriendo este ambiente enrarecido por opinar libremente. Conozco casos de periodistas, incluso algunos han sido televisados, que han sido insultados gravemente, durante o después de un programa, por otros "tertulianos" de ideología proclive a Zapatero, pero ningún editor ha pasado de levantar los hombros al presenciar el altercado; o peor, el agredido nunca más ha sido llamado a participar en el programa. Por lo tanto, seamos claros: nadie que escriba en este país o que opine contra el Gobierno está libre de este tipo de insultos verbales y, por supuesto, de agresiones físicas como las que ha sufrido Tertsch.
Sin embargo, hay algo peor o, al menos, más insoportable moralmente, que este ambiente de matonismo periodístico; me refiero al columnista, políticamente correcto, que se rasga las vestiduras por el atropello que ha recibido Tersch y nos lanza una soflama sobre el "necesario debate de ideas" al margen de la "pelea cotidiana en la arena electoral". Mentira. Eso no se lo cree ni el más tonto. Aquí no se salva nadie. Los columnistas de salón tendrán que asumir sus culpas, complicidades y jindamas en la creación de esta atmósfera "política-basura" o terminarán siendo leídos por sus cuatro amigos. Los columnistas de la superficialidad son, sí, responsables de crear una "opinión pública-política" subdesarrollada moral y políticamente para una sociedad lanar.
Son esos columnistas los preferidos de unos medios de comunicación tan lamentables como el Gobierno que soportamos. No están, como muchos creen, muertos. No, no, son los que mantienen el régimen. Por eso, me atrevo a decir que la mayoría de la prensa política trabaja a favor del Gobierno, el resto de medios, especialmente los más melifluos y pastueños, hacen cola para limpiar como los anteriores la basura del régimen de Zapatero. La autocensura está en todas partes. Nadie quiere levantar demasiado la voz. Los medios de comunicación se esconden, o peor, renunciar a descubrir más miserias que las soportables por una plebe envilecida por Zapatero y sus numerosos medios de comunicación.
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