Alto, que somos los buenos
Qué susto para los españoles enterarse de que estamos considerados por Al Qaeda casi como cuando estaba Aznar: pero si nos habíamos rendido ya lo suficiente.
Qué sorpresa ha debido de ser para los españoles saber, por su Ministerio de Interior, que siguen siendo objetivo preferente de Al Qaeda, cuando pensaba que a esos pastores de cabras alternativos los tenía comprados. Que los tenía en el bote. No para otra cosa sirvieron aquellas elecciones tras el 11-M: para dejar clara la inflexible voluntad soberana de los españoles de darles a los de Al Qaeda todo lo que pidieran. Incluyendo el hacer como que la autoría de los atentados de Atocha había sido cosa de ellos.
Qué susto para los españoles enterarse de que estamos considerados por Al Qaeda casi como cuando estaba Aznar: pero si nos habíamos rendido ya lo suficiente. No sólo eso. España reanudó la privilegiada relación con las teocracias árabes, heredera directa (como que es la misma cosa) de la "tradicional amistad". Pero no se quedó ahí. La "alianza de civilizaciones" incluía a la civilización del irredentismo, la que se esconde en cuevas y baja de vez en cuando a anunciarnos el Apocalipsis a través de un vídeo.
Era poco. Aquella España salida de las elecciones del 14-M se sentía inclinada a ser mucho más generosa. Por supuesto, entregar Ceuta y Melilla al primero que se subiera al mástil del ayuntamiento y cambiara la bandera. Pero también Al Andalus, discutida y discutible. El Gobierno surgido del inquebrantable sentimiento nacional de regalar cualquier cosa, aún la propia existencia del Estado, a cambio de tranquilidad dejó claro a los mercachifles del terror mundial, sean éstos ex pescadores somalíes o chivos de las montañas de Bora-Bora, que cualquier cosa de España se puede adquirir
en el mercado, y además a un coste ridículo.
"Pero si ya habíamos comprendido las razones de los terroristas", dirá aquella España que le dio la mayoría a Rodríguez Zapatero. "Si ya, para reajustar el equilibrio interior de nuestra superioridad moral progre, habíamos encontrado, cerrando los ojos ante la inesquivable presencia de Alá, un motivo laico, plausible, una dialéctica ricos/pobres, una insaciable sed de justicia mundial por la cual esa gente hace lo que hace y promulgamos a los cuatro vientos que estábamos más que dispuestos a dejar de existir sin dejar huella por complacerles, sólo a cambio de que nos permitieran pacer en el dulce desfibramiento en los cuatro ratos que nos quedan por vivir como país".
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