La maniobra del chavismo sobre Honduras no empezó con el autogolpe de Zelaya, y no sabemos si terminará con los comicios del domingo. En cualquier caso, Honduras ha dado ya dos lecciones que conviene destacar. La primera, la institucional: sus instituciones reaccionaron en junio a tiempo ante los planes de Zelaya de llevar a cabo un golpe desde dentro. Reaccionaron bien en junio: al expulsar del país a una bomba de desestabilización como Zelaya; al poner en marcha los mecanismos constitucionales de sucesión; al mostrar la unidad de las instituciones en defensa de la democracia.
En segundo lugar, Micheletti, el Congreso y la Judicatura aguantaron bien la brutal presión a la que fue sometido el país: primero, por las maniobras violentas de Chávez, tanto desde dentro como desde fuera del país; segundo, por la izquierda iberoamericana y española, que prefieren un dictadura roja en Honduras a una democracia parlamentaria, y sometieron a Honduras a un apartheid diplomático en la OEA; y tercero, por la comunidad internacional, que al comienzo con el apoyo de Obama, y siempre con el de Europa, se unió a Chávez contra la acosada Honduras. Además, las instituciones gestionaron bien la seguridad durante estos meses, manteniendo a raya a los chavistas. Los apoyos de Zelaya eran mínimos, pero bien organizados, armados y pagados por el petrotirano venezolano. Logró, con la complicidad de Lula, infiltrar a Zelaya en la embajada de Brasil, desde donde dirigió las maniobras violentas en la calle. Contra viento y marea, garantizaron la celebración de las elecciones de noviembre, sin dejarse impresionar por la presión exterior.
La segunda lección fue la del pasado domingo. Terroristas chavistas –las cosas por su nombre, a ver si lo que en el País Vasco es terrorismo callejero no lo va a ser en Tegucigalpa– trataron de aterrorizar a la población, causaron incidentes, amenazaron con mutilar a quienes acudiesen a las urnas. El chavismo-zelayismo movilizó todos sus recursos, pues la alta participación mostraría su marginalidad social. Y así fue. Los hondureños no sólo no se asustaron, sino que acudieron a votar más que en las elecciones de 2004 en las que Zelaya resultó vencedor. Con la alta participación, y con el voto al candidato del partido conservador, los hondureños han transmitido un mensaje: quieren estabilidad democrática, y la quieren con Zelaya bien lejos, a poder ser en Caracas. El batacazo ha sido terrible, y ni las habituales bufonadas de Chávez han podido disimular su fracaso personal.
Como señala eneste mismo diarioel ex embajador de Nicaragua en España, aún quedan peligros; la compra chavista de voluntades para restablecer a su títere en el país y un cambio de actitud de la comunidad internacional, empezando por un Obama izquierdista que ha tenido que reconocer el proceso a regañadientes. Más allá de éste, han quedado los de siempre. Moratinos y Zapatero quedan colgados de la brocha: la derrota es también suya. Claro que, por otra parte, difícilmente podrán entender que el Gobierno de un país defienda la Constitución frente a sus atacantes, ni que la sociedad acuda a las urnas a demostrar que quiere que su ordenamiento jurídico fundamental continúe siendo la norma suprema para todos. Así que frente a la flojera institucional de España ante el Estatuto nacionalista, y la pasividad de los catalanes ante la dictadura que se les viene encima, les pedimos que griten finalmente con nosotros: ¡viva Honduras!