Colabora
José Carlos Rodríguez

La ciencia del mentir

Lo que hay que plantearse con todo este escándalo es la motivación que ha llevado a científicos de primer nivel a hacer el ridículo, a traicionarse a sí mismos y a la ciencia a la que dicen servir, y todo por motivaciones políticas o económicas.

Todos los lectores de Libertad Digital lo saben. Lo saben porque leen Libertad Digital, ya que otros muchos medios, no todos, lo han ocultado minuciosamente. Saben, digo, que un grupo de científicos, de los que nos acusan de calentar el planeta, han sido descubiertos con manejos que nada tienen que ver con la ciencia. Uno se los imagina recogiendo y cotejando los datos y sometiéndolos a pruebas y filtros sutiles y efectivos, de los que emerge, por fuerza propia, la verdad. El científico se sorprende, que en eso consiste la filosofía, anota los resultados y su historia y los redacta en un artículo para someterlos al juicio de sus colegas.

Pero estos no. Estos tenían el resultado de antemano y estaban dispuestos a todo por mantenerlo. Ocultaron datos y los manipularon. Intentaban expulsar a quienes no piensan como ellos de la república de la ciencia. Alguno se alegró de la muerte de un colega, otro fanfarroneaba con aplicar su visión de la ciencia, es decir, los puños, a un climatólogo. Todo para mantener que la Tierra se calienta por causa del hombre y acallar las causas puramente naturales.

Todo ello es a la vez previsible y sorprendente. Sorprendente porque la ciencia tiene todavía prestigio, y los legos le entregamos las virtudes del conocimiento y la seguridad, y nos sentimos traicionados cuando utilizan ese prestigio para la mentira y, digámoslo, para hacer política. Pero es previsible porque la política paga, con dinero, puestos de trabajo y honores un mensaje y persigue otro.

No tienen defensa. Pero en una segunda línea sí hay un buen argumento que, al menos, salva de la quema al mensaje, que recuerdo que es: 1) Nos abocamos a la catástrofe, 2) El culpable es el hombre (es decir, el capitalismo) y 3) Sólo los políticos nos pueden salvar. Consiste en decir que el hecho de que el desprecio por la ciencia de unos cuantos (aunque entre ellos estén varios de los más destacados miembros del IPCC), no tiene relación alguna con la afirmación de que la Tierra se calienta sólo por nuestra culpa. Todavía podría ser cierto. Claro que sí.

Pero lo que hay que plantearse con todo este escándalo es la motivación que ha llevado a científicos de primer nivel a hacer el ridículo, a traicionarse a sí mismos y a la ciencia a la que dicen servir, y todo por motivaciones políticas o económicas. ¿Por qué, en el periodismo, se repite la misma actitud despreciativa hacia la ciencia e intolerante con quien no traga con la versión oficial? ¿Qué lleva a una sociedad a venerar a la ciencia, pero a sacrificarla por la ideología en cuanto encuentra ocasión? Una sociedad no puede ser sana sin un respeto por la verdad, y se lo estamos perdiendo.

Ver los comentarios Ocultar los comentarios

Portada

Suscríbete a nuestro boletín diario