Locura política y fracaso social
Mientras Cataluña mantenga secuestrada a la nación española, Cataluña no será nada. En verdad, no es nada. Sólo un territorio en manos de unos políticos descerebrados que sueñan con un Estado asociado a España.
Hoy por hoy, desde el punto de vista político, España es inviable. El "tablero" político está sustentado en la mentira institucionalizada. Llamarle desobediencia institucional o, sencillamente, rebelión contra la legalidad constitucional de 1978 a las presiones que está ejerciendo el Gobierno de Montilla sobre el Tribunal Constitucional para que no declare anticonstitucional el Estatuto de Cataluña es quedarse corto. La cosa es más grave. Ese Gobierno regional se salta las leyes, presiona a los tribunales e insulta a millones de españoles. Ese Gobierno y toda la casta política de Cataluña, junto a los medios de comunicación que han firmado un editorial amenazando no sólo al Tribunal Constitucional sino también a quienes despreciamos el Estatuto de Cataluña por anticonstitucional, tienen que ser juzgados políticamente como merecen: como traidores.
Nos amenazan, sí, y nos insultan, pero la pastueña sociedad española traga con esas miserias. No seré yo, sin embargo, quien calle. O sea, les digo que su reacción es propia de matones intelectuales y delincuentes potenciales. Es obvio que la prensa de Cataluña ha tenido un comportamiento tan tribal y susceptible de delito como el Gobierno catalán. Es menester que actúe el Ministerio Fiscal o, en su defecto, alguien que denuncie el asunto a través de la acción popular. El Código Penal tiene artículos muy precisos para detener esta locura. Por lo tanto, o alguien les hace cumplir la ley, que sería tanto como suspender la autonomía de esa región, o nos acostumbramos a vivir en la locura.
En otras palabras, ya no se trata de conllevar a esta "casta política" catalana y a sus palmeros intelectuales, sino de reconocer que el asunto del Estatuto es el fin de la normalidad social. Esta gente ha sobrepasado todos los límites de la cordura social. La casta política catalana es golpista y, sobre todo, cobarde. Pero, peor, mucho peor, que el personal de Cataluña es el jefe del Gobierno de España que ha pervertido todas las instituciones democráticas, empezando por el Parlamento español, al decirle a Mas y Montilla que él aprobaría todo, absolutamente todo, lo que viniese de Cataluña. En esa decisión irracional reside la locura política que se ha instalado en nuestro país.
Sin pasar por esa locura es imposible reconocer tres verdades sencillas. Primera, no vamos hacia al abismo en la vida pública, sino que vivimos instalados en un sinsentido político. Ha desaparecido el sentido común y las instituciones sólo sirven para que los políticos nos sigan robando a los contribuyentes nuestro Estado nacional. En segundo lugar, una sociedad que tiene unos medios de comunicación uniformados por el poder político es una sociedad totalitaria. Una perversión. Y, tercero, nadie puede confiar ya en ninguna institución nacional, cuando tiene un presidente de Gobierno tan grotesco que no sólo cuestiona teóricamente la nación española, sino que la desprecia al aceptar una ley orgánica como superior a la Constitución.
Digámoslo con sencillez democrática: Cataluña es inviable, porque España no existe como nación. Mientras Cataluña mantenga secuestrada a la nación española, Cataluña no será nada. En verdad, no es nada. Sólo un territorio en manos de unos políticos descerebrados que sueñan con un Estado asociado a España. Imposible. Tan imposible como la viabilidad del PSOE en un futuro próximo. Del PP, de ese partido en manos de un político de salón, mejor no hablamos. Y de la sociedad, sólo puedo decir que está abducida por las miserias de su casta política, y por las falsedades de los medios de comunicación; la mayoría de la sociedad española vive, en efecto, como si aquí nunca fuera a pasar nada.
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