Hoy tengo uno de esos días algo tontos, así que antes de dirigirme a cortarme el pelo, que es lo que suelo hacer cuando me levanto con el pie torcido, voy a contarles un par de cosillas.
Si hay algo que me pone más nerviosa de lo habitual es no entender algunos asuntos, aparentemente normales, que acontecen a mi alrededor, sea de la índole que sean. Tengo, además, la sensación de que la actitud de los que me rodean varía últimamente sin sentido a gran velocidad y eso me desconcierta. ¿O será cosa mía? Qué se yo. Busquemos al azar una noticia. Pongamos, pues, para referirnos a ella el sondeo que el Instituto Noxa realizó para La Vanguardia respecto a la opinión de los catalanes en cuanto a las consultas sobre una hipotética autodeterminación de ésta, nuestra querida comunidad.
Veamos. Según el estudio realizado, más del 50% de mis paisanos respalda la celebración de referéndum frente a un 39% que no lo apoya. Sin embargo, un 46% confiesa que votaría en contra de una supuesta independencia, frente a un 35% que lo haría en sentido favorable.
¿Cuál sería, entonces, el objeto de esas consultas? ¿Pasar un domingo como otro cualquiera rodeado de urnas para decir que queremos seguir como hasta ahora?
El humorista gráfico Toni Batllori resumió con su habitual sabiduría e ingenio lo que podría entrañar realmente este tipo de sondeos. Y así, concluía su viñeta preguntándose el encuestador si el hecho de querer un referéndum para votar en contra no sería un truquillo para que el resto de España bajara la guardia y así poder los votantes manifestarse finalmente a favor de la autodeterminación. Dejémoslo en un cuenco y reservemos para su posterior cocción.
Aprovechando que Artur Mas ha estado circulando por Madrid, alguien le planteaba una cuestión en este sentido. Y el líder convergente, que mantuvo un discurso algo más moderado al que últimamente nos tiene acostumbrados, volvió a abrazarse a su amada y fiel ambigüedad para afirmar que, desde una óptica nacionalista, apuestan por el derecho a decidir en materia de infraestructuras, de concierto económico y abogan, en definitiva, por la administración de los propios recursos.
Pues eso. Sí, pero... sólo un poquito por ahora.
Por supuesto, se refirió también al respeto que el Estado debe tener hacia Cataluña, obviando el que se supone debería tener ésta hacia el resto de España. Pero eso tampoco es ninguna novedad.
Y mientras, en Barcelona, casi al mismo tiempo que veíamos a Macià Alavedra y Lluís Prenafeta esposados, el flamante secretario general adjunto de CDC lamentaba lo sucedido y creía estar en condiciones de afirmar que alguien había querido "enturbiar la situación de confianza colectiva en Cataluña". Así, Felip Puig comentaba que tenía la sensación de que una campaña contra Cataluña se había orquestado, recurriendo nuevamente a las teorías de la conspiración del mundo contra ellos.
Ya me dirán ustedes qué tendrá que ver una panda de saqueadores que no respetan ni a los consuegros, a quienes Félix Millet les timó –según se ha publicado- sin pudor alguno, con campañas conspiratorias. Porque lo que va precisamente en contra de nuestra tierra es el desvalijamiento descarado de los fondos de sus principales instituciones.
Lo que deberían saber a estas alturas es que el votante no es idiota y lo único que hacen con las declaraciones irresponsables es dejar el ambiente bien calentito y conseguir que la sociedad se organice al margen de las decisiones políticas. Porque muchos catalanes empiezan a estar hasta la barretina del sí, pero, bueno, va... sólo la puntita, ya que lo que esconden esas puntas son unos pedazos de iceberg que cuando asomen en su plenitud y den la cara más de uno lo va a lamentar.
Aunque, en fin, no sé... quizás. Sí, supongo que sí.