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Florentino Portero

Operación Aguirre

Madrid y Valencia son las comunidades donde los populares han realizado mejor trabajo, donde los resultados positivos están a la vista, donde la sociedad expresa sin reparos su satisfacción. Allí es donde el dinamitero Rajoy se ha empleado a fondo.

Con la que está cayendo no me resisto a fijar posición en la crisis del PP y dejar para la próxima semana el análisis de algún tema relevante de la política internacional. Espero que mis lectores perdonen la digresión y compartan conmigo la idea de que no podemos quedarnos de brazos cruzados ante el proceso, consciente en unos casos, inconsciente en otros, de volar el partido que ha sido capaz de reunir el conjunto de corrientes que conforman el centro-derecha español.

Siempre se dijo que la política tiene mucho de arte. Si buscamos entre nosotros a alguien que esté particularmente poco dotado para esta actividad, ése es Mariano Rajoy. El lider de la oposición ha creado una crisis política que ha puesto patas arriba al PP valenciano a propósito de un cese que poco tiene que ver con el caso de corrupción objeto del debate. Los corruptos siguen en sus puestos pero el PP está roto y sus votantes, indignados. En Madrid ha repetido faena haciendo de la sucesión en la presidencia de Caja Madrid un penoso espectáculo que no ha hecho más que empezar, en el que los ciudadanos han tenido que soportar un enfrentamiento personal en términos soeces y ven venir una operación para decapitar a la cúpula autonómica. Y todo ello porque Rajoy no aceptó en su momento la propuesta de Esperanza Aguirre de que fuera Rodrigo Rato el elegido. Por entonces veía conspiraciones contra su persona, lo que le llevó a animar otras opciones que acabaron desatando pasiones que no supo gestionar. Ha sido otra crisis gratuita que tiene su origen en la falta de autoridad y liderazgo del presidente popular y que sin duda tendrá consecuencias muy graves en el corto y medio plazo.

Rajoy trata de adormecer el partido, adaptándolo así a su muy particular forma de entender la política: bajo perfil y, como decía Carrero Blanco en los momentos más duros del aislamiento internacional del Régimen de Franco, "esperar y aguantar". El problema es que la sociedad española está en otra lógica. Se empeña en esperar de la oposición mensajes claros, posiciones firmes sobre temas concretos... exactamente lo contrario de lo que hoy representa el PP. Madrid y Valencia son las comunidades donde los populares han realizado mejor trabajo, donde los resultados positivos están a la vista, donde la sociedad expresa sin reparos su satisfacción por aquello que se ha hecho bien. Allí es donde el dinamitero Rajoy se ha empleado a fondo. Él, que nunca ha ganado unas elecciones, se obceca en minar la posición de quienes han demostrado que saben comunicarse con el electorado y gobernar con eficacia ¡Bravo Mariano! Eso es hacer política y lo demás, chorradas.

El próximo objetivo es decapitar a Esperanza Aguirre para conformar definitivamente ese partido de bajo perfil al que aspira. Aquí también se equivoca. Lo puede intentar pero sólo logrará provocar una crisis fatal del centro derecha español. En cualquier caso, Rajoy no es quien tiene la iniciativa. Es Rubalcaba quien administra los tiempos mediante la gestión del Caso Gürtel y lo hará en función de sus intereses electorales. Mucho nos tememos que lo peor está por llegar y que los torpedos que irá disparando en la secuencia más apropiada se llevarán por delante a muchos de los buques más representativos de la flota pepera. Todos sabemos que la red no era valenciana, madrileña, gallega o castellano-leonesa. El núcleo estaba en la calle Génova, en el buque insignia, y todos sabemos quién es el almirante de la Flota.

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