¿Se puede decir algo más de Mariano Rajoy? Déspota, desleal, envidioso, soberbio, torpe, judas... Ha quedado perfectamente retratado en multitud de columnas. Sólo hay un aspecto en el que apenas se han detenido mis colegas. Él mismo presume de que lleva toda la vida en política. Treinta años, nada menos. Además de los "hilillos de plastilina", ¿alguien recuerda alguna contribución reseñable de este señor de Pontevedra? ¿Qué hizo en Interior? Nada. ¿Y en Educación? Menos. Decían de él que es un buen gestor, gestor de la nada.
Imposible no hablar del PP, ya lo ven. Mientras el circo genovés nos mantiene entretenidos, con los payasos cobordón como reclamo principal, las cifras del paro pasan desapercibidas. Corbacho y su jefe deben troncharse. Superamos los cuatro millones de parados y ni es noticia.
La Gürtel catalana, que sólo es la punta del iceberg de la podredumbre en el oasis, se reduce a la chorrada de si esposamos o no a los detenidos. Increíble, pero cierto: la casta política reclama su derecho a no ser esposados cuando son detenidos.
El Gobierno, al cabo el Estado, lleva a la ruina a miles de familias. Llena de nuevo los comedores sociales, desbordados desde hace meses. El mismo Estado retira la tutela de su hijo a unos padres porque el niño es obeso. Algo estaremos haciendo mal, pensarán. ¡Redistribución del peso! Muy socialista, muy solidario.
Los políticos nos suben los impuestos para sufragar su despilfarro. El de Zapatero, pero también el de Camps, Gallardón y todos los demás. La sociedad, con honrosas excepciones, baja la cabeza con sumisión borreguil. Pero nos entusiasmamos con la idea de que los futbolistas tributen más. El viejo truco del resentimiento social. Medida inútil, como bien ha explicado en este mismo periódico Juan Ramón Rallo. No sé si es injusto que un tipo que gana mil veces más que yo pague lo mismo. Probablemente sí. Pues bájenmelos a mí, no se los suban a él.
Y, al fin, la muerte. Días de fallecimientos ilustres: José Luis López Vázquez, Sabino Fernández Campo, Francisco Ayala. Voy a reparar en estos dos últimos. El primero, general de intachable trayectoria y figura clave de la Casa Real en tiempos difíciles. Ni un reconocimiento, ya sea por cortesía, del presidente del Gobierno. El segundo, gran escritor y exiliado republicano. Zapatero acude al tanatorio a dar el pésame a la familia. Es su doctrina: españoles buenos y españoles malos. Vivos o muertos.