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David Jiménez Torres

El fuego

Casos de corrupción que sólo nos pueden conducir a la desafección y que allanan el camino para la retórica del antisistema, pero no aquella de principios de siglo o de los años 30 o incluso de los años 70, sino la de estos tiempos: apático inmovilismo.

La hegemonía de la cultura popular anglosajona en el resto de Occidente pesa mucho. Las películas, canciones y series de televisión en inglés (y, en su gran mayoría, estadounidenses) son lo más cercano que tenemos a una cultura popular global. Supongo que por eso no se me hace raro sentir los acontecimientos políticos españoles de los últimos días en clave de un producto cultural estadounidense: la canción We Didn’t Start the Fire, de Billy Joel.

En su canción, tema favorito de karaoke nights en bares mugrientos del Medio Oeste americano, Billy Joel desata una avalancha de referencias a acontecimientos políticos y culturales de 1949 a 1989. Desde el inicial "Harry Truman, Doris Day, Red China, Johnnie Ray..." hasta el agonizante "hypodermics on the shores, China's under martial law, Rock and roller cola wars, I can't take it anymore", el músico norteamericano pasa lista con cadencia de ametralladora a los acontecimientos, generalmente turbulentos y frecuentemente trágicos, que se acumulan sobre cuatro décadas del siglo XX. España no aparece mencionada en ningún momento, y desconozco si existe canción parecida en clave española: varias de Sabina se le aproximan pero tiran por la transversalidad en vez de la horizontalidad (Pie de guerra, por ejemplo), creando una desesperación momentánea pero no metafísica. Y es que la impresión que crea el alud de referencias históricas de Joel es la de un mundo caótico, abrumador, y en constante estado de ebullición. Pareja sensación a la que produce, en nacional y pequeño y pringoso, el reciente aluvión de nombres asociados a escándalos de corrupción en la política española: Gürtel, Ric, Camps, Bigotes, Correa, Chaves, Matsa, Parlament, Santa Coloma, oasis, Palau, Millet, Munar... suficiente para una estrofa, si es que nos sentimos con ánimo de ello.

El estribillo de Joel también presenta un modelo de conclusiones, que es que el mundo siempre ha sido así y que su preocupante estado y su turbulenta dinámica nos precede y nos sobrevivirá. El "fuego" se extiende a ambos lados de la historia, cualquiera que sea el nivel de zoom que usemos. Y efectivamente, el efecto de contextualización mutua, del "ni antes ni después", que produce la acumulación de nombres y de estrofas, podemos crearlo nosotros con cualquiera de las referencias a escándalos pasados de nuestra joven democracia que nos recuerdan los periódicos (sólo en Cataluña: Banca Catalana, Casinos de Catalunya, Planasdemunt, Filesa, La Caixa-PSC, 3%, Movilma, Collbató). Acumulación que sólo nos puede conducir a la desafección y que allana el camino para la retórica del antisistema, pero no aquella de principios de siglo o de los años 30 o incluso de los años 70, sino la de estos tiempos: apático inmovilismo.

Porque si hay algo difícilmente aplicable de la canción de Joel al estado de ánimo actual son las dos últimas frases del estribillo: "no we didn’t light it, but we tried to fight it" (no lo encendimos [el fuego], pero tratamos de combatirlo). No parece asomar por la sociedad española ese espíritu de desesperación y de lucha, sino que más bien parecen extenderse el asco y la abulia. Hiperactividad de la era del iPod: antes de llegar al desgarrado y culminante "ya no lo soporto más", hemos cambiado de canción.

En España

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