Hace un año y medio pedíamos en estas mismas páginas digitales el voto para Mariano Rajoy, o más bien para el PP. Pensábamos –como tantos otros españoles– que cuatro años más de Rodríguez inferirían tal desastre a nuestra sociedad, nuestra economía y nuestra cultura, que difícilmente el país se recuperaría en muchas décadas, si no estallaba o, simplemente, se iba desinflando como un globo hasta perecer por falta de aire. Y en ello estamos. Incluso llegamos a utilizar la palabra "patriotismo" porque estamos hartos de someternos a la autocensura que nos imponen necios y golfos. Y en español se llama patriotismo al respeto que nos debemos a nosotros mismos como comunidad organizada, con una historia, unos valores y una determinada forma de vivir. No sé si esta definición espontánea coincide con la de DRAE, pero ahora no hace al caso entrar en filologías.
El resultado fue el que fue y –de nuevo– un oportuno atentado de la ETA ("Nos conviene que haya tensión": ¿recuerdan?) y el manejo masivo de las seis cadenas de televisión de alcance nacional, anularon la feble y aburrida candidatura de Rajoy, el político con mentalidad de opositor eterno. De opositor a cualquier cuerpo del Estado, con el temario bien aprendido y la cortedad de quien no más piensa en escalafones y moquetas, mientras el contrincante se aplica en caminos más seguros y reprobables, antes y después de las elecciones: si la economía y el paro están en el despeñadero, si los cambios de la ley del aborto o el descrédito internacional –por no seguir con los ejemplos– serían elementos objetivos que trabajarían a favor de Rajoy y de su partido, la realidad es que –"con la que está cayendo", dice la gente y corean los periodistas– Mariano Rajoy ni está ni se le espera. Sus votantes no soportan más que juegue al chiste del gallego, en tanto machaca por acción y por omisión cualquier alternativa dentro del PP. Alternativa capaz de ilusionar.
Si cuando escribimos no han cambiado los hechos, ahora parece inclinarse por seguir haciendo la vista gorda ante la agresión de Cobo contra Esperanza Aguirre y es irrelevante que la entrevista aEl Paíssea auténtica o apócrifa. En todo caso, el alcalde de Madrid es el fiador y avalista del asalto. No han bastado los titubeos ante la historia del Gürtel, la inopia y falta de respuesta frente a los ataques navajeros del PSOE y su empleo de la judicatura, la policía y la fiscalía: timidísimos gemidos en vivo contraste con la fiereza y/o el desprecio dirigidos a la presidenta de la Comunidad de Madrid. La gente está desconcertada y Rajoy, tesonero y pugnaz en su limbo, confirma el dicho del clásico: "Es opinión de sabios // que donde falta el rey sobran agravios".