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Javier Moreno

Chistorras y cantimpalos

¿Qué decir de ese otro tipo de chorizo, local y regional, que duplica servicios públicos para mejor servirse del dinero de nadie que es el dinero de todos, y crear con ello su propia casta de privilegiados?

Federico Jiménez Losantos, hablando hace unos días en su programa matinal de Esradio sobre los diversos chorizos que pueblan nuestra política, comparaba a los populares con las chistorras y a los socialistas con los cantimpalos.

Acierta el turolense al establecer esta analogía, puesto que el tamaño relativo de las respectivas corrupciones es lo que debería centrar nuestra atención como animales políticos que han de optar entre la lucha fraticida o la huida desesperada en unas elecciones que propone dos grandes listas cerradas y varias alternativas menores. Una de esas alternativas menores, que quiere hacerse mayor, Rosa de España (no confundir con la cantante), florece en medio del estiércol. Será un brote verde –espero que ni del Gobierno ni ecologista.

Mientras los socialistas se saltan "a la torera", como españoles malos, el Estado de derecho, para avisar a terroristas de redadas y a militantes y simpatizantes de quedadas manifiestamente electoralistas y enormemente agresivas en días de reflexión (aparte de llevarse dinero de la caja, que en ellos es costumbre inveterada), unos pocos populares incurren en pequeños hurtos, cuya cuantía sólo puede parecer enorme si se considera en términos absolutos e individualizados (micro, de economía doméstica, vaya), nunca en relación a los gastos del erario público. Los populares no trastocan el sistema. No atentan contra el orden establecido ni susceptible de ser establecido. No distorsionan precios y salarios de manera sistemática, no echan a perder la economía, y apenas mienten sobre lo fundamental. Son carteristas de poca monta, de guante blanco, mosquitillos que chupan un poquito de sangre, pero que saben cómo mantener vivas y sanas a sus víctimas para seguir chupando; frente a los violentos atracadores de banco socialistas, que primero matan y luego preguntan, primero gastan sin tasa y luego elevan las tasas, descuartizando a la gallina de los huevos de oro que podría haber sido una economía libre.

Un tercer tipo de chorizo, muy grueso y más seco que la pata de perico, es el de los sindi-cacos y demás organizaciones surgidas bajo el paraguas protector del Estado benefactor (benefactor con ellos, se entiende). Estos ladrones se parecen más a los mafiosos que cobran su cuota en silencio, pero destrozan todo lo que encuentran a su paso vociferante si un mes deja de llegar la pasta. Son una clase ociosa, y que me perdonen Marx por lo de clase, y Thornstein Veblen por lo de clase ociosa, pero estos son sus hijos legítimos y deben aceptarlos. También son hijos bastardos de ese clero que tanto detestan, por eso de que cobraba su diezmo y vivía en Monasterios, lejos del mundanal ruido. Bien es cierto que el clero se ilustraba e ilustraba a los demás, así como los libros que guardaba, con exquisitas miniaturas. Nuestros rufianes no desean ni ilustrarse ni salvar almas, y menos la propia, vendida al diablo de la pereza. Primero mataron a Dios, y ahora sólo les quedan el ídolo estatal y cobrar su parte en un contrato social impuesto desde arriba por la fuerza y el engaño. Así se ven liberados de todo trabajo y de toda responsabilidad.

No es de extrañar que ahora uno de estos chorizos mande, con su gran bocaza abierta, "a su puta casa" al gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez. Este progresista dudoso, troskista posmoderno, aliado del vil capital, ha tenido la des-facha-tez (facha, facha, más que facha) de sugerir que debe reformarse el mercado laboral para que salgamos de la crisis.

Poco importa quién lo diga, en realidad: no hay autoridad moral e intelectual suficientemente alta para que estos zafios la respeten, ni siquiera dentro de sus filas. Sólo el ídolo estatal y las cuotas. También dan igual los recalcitrantes hechos. Que haya cuatro millones de parados de camino a cinco no preocupa a los "defensores" de los trabajadores, ni que la solución a ese problema pase por reducir sus desmedidas aspiraciones. Ellos son "insiders", están dentro, muy dentro de una mafia paraestatal que les cobija y oculta, y ahí quieren seguir, eliminando si es preciso a los que estén fuera, los parias "outsiders", si tienen la osadía de intentar entrar... a trabajar.

¿Y qué decir de ese otro tipo de chorizo, local y regional, que duplica servicios públicos para mejor servirse del dinero de nadie que es el dinero de todos, y crear con ello su propia casta de privilegiados? Si las máquinas de coerción y extorsión nacionales no le han robado todo lo que produjo, espere a que lleguen los nacional-listos, o bien los ricos entre los pobres, que viven lujosamente de ser pobres, en las regiones siempre pobres porque ellos gobiernan caciquilmente.

La chorizada está servida. Ahora tenemos que ver quién la paga. Este es un país de servicios y turismo, ¿no? ¡Camarero, la cuenta!

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