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Pablo Molina

El motorista de Rajoy

Hace muy bien Costa negándose a que la guillotina rajoyesca le rebane voluntariamente el pescuezo: si es un corrupto, lo suyo es que fuera cesado de forma fulminante, y si no lo es, no hay razón para que se le invite a abandonar sus responsabilidades.

El funcionario más eficaz durante el franquiense era el motorista del Caudillo, encargado de llevar al domicilio de los ministros la carta manuscrita en la que se les comunicaba el cese y se les agradecían los servicios prestados. La única mancha en el casi impoluto expediente administrativo del famoso motorista la provocó Fraga, que, según cuenta en sus memorias, fue el único ministro cesado que obligó al motorista a que le llevara al Remitente una carta de respuesta.

Pero eso era en los tiempos bárbaros. En democracia no es ya que no dimitan los altos cargos, es que tampoco se cesa a nadie, así que el famoso motorista ahora reparte pizzas en lugar de cartas de agradecimiento y ya no está cuando se le necesita.

Todo esto tiene como consecuencia que cuando un político abandona su puesto ya no se sabe bien si dimite, le cesan, le dimiten o simplemente le sugieren que sus servicios son más valiosos en otras áreas de responsabilidad, como la asesoría personal del presidente del partido. Es el caso de Ricardo Costa, que a fecha de hoy no sabemos si dimite de forma forzosa o le cesan pero sólo un poquito.

Y el caso es que hace muy bien el secretario o ex secretario de los populares valencianos negándose a que la guillotina rajoyesca le rebane voluntariamente el pescuezo político porque, vamos a ver, si es un corrupto, lo suyo es que fuera cesado y expulsado del partido de forma fulminante, y si no lo es, no hay razón para que se le invite de forma tan indecorosa a abandonar sus responsabilidades en el PP.

Por lo que ha trascendido del sumario, horrorosamente instruido por Garzón como es habitual en el personaje, a Costa sólo se le puede acusar de hortera en virtud de unas conversaciones privadas que al propio implicado le producen cierta vergüenza, como ha relatado él mismo en su comparecencia. Sin embargo, la horterez
no es un delito tipificado en el código penal ni aparece incluido en el código de buenas prácticas con que todo partido adorna sus estatutos, así que, o Rajoy y Camps detallan las corruptelas cometidas por el cesante o nos tememos que a la historia de este "dimicese" le quedan varios capítulos. Sólo falta que cuando se reúna el Comité de Dirección del Partido Popular de Valencia encima no haya unanimidad sobre el futuro político de Ricardo Costa y haya que incluirlo, como última solución, en el gabinete de asesores de Mariano Rajoy. Hasta mil doscientos que tiene Gallardón aún queda sitio.

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