El hombre que fue Jueves. Londres, últimas bocanadas del siglo XIX. Gabriel Syme, poeta diletante, es reclutado por Scotland Yard con el propósito de infiltrarlo en una siniestra organización terrorista. Astuto, no tardará en ser promocionado hasta el Consejo Central de Anarquistas del Mundo, arcano sanedrín que dirige el grupo. Siete hombres lo integran, todos nominados en clave al modo de los días de la semana. Avanzada la trama, Jueves, que así le dirán a Syme, descubre por qué, pese a sus infinitos intentos, no logra desarticular la estructura criminal: los otros miembros del Consejo, todos, resultan ser policías infiltrados igual que él. Era la Policía, pues, quien libraba aquella sangrienta guerra sin cuartel contra la Policía.
Provincias vascas, principios del siglo XXI. La realidad imita al arte. Joseba Elosúa, tabernero simplón, fronterizo y abertzale, regenta un bar Faisán. Dicen que detrás de cada gran fortuna hay un crimen, pero en la trastienda de la suya se amontonan cerca de mil. Y es que Joseba guarda una cuenta bancaria en Liechtenstein cebada con tres millones de euros. Tres. Y todo a base de despachar tapas de cecina y carajillos de txakolí. Gran virtud el ahorro, sí señor. La policía de Zapatero lo sabe, claro. Y también conoce de dónde procede hasta el último céntimo atesorado por el Midas de Irún. De ahí que, llegado el momento procesal oportuno, tomara la firme decisión de... auxiliarle. Que no fueran Lunes, Martes ni Miércoles, sino Viernes en persona, es decir el director general de la Policía, quien le pasó el "soplo", resulta lo de menos. Lo de más es que orden tan comprometida únicamente pudo partir de Domingo, el one que decían los defenestrados de la vieja guardia. ¿De quién si no?
Mas lossábadosy losdomingos–o losalfredosy losjoseluises, si se prefiere– pasan, pero el Estado permanece. Así, a propósito de la violencia nacionalista, el PSOE lleva lustros demostrando que es capaz de hacer cualquier cosa con la legalidad, salvo cumplirla. La cárcel, sin duda, les habría ayudado a rehabilitarse. Pero Aznar no quiso remover la porquería bajo las alfombras. Craso error. Hay miserias morales que no prescriben jamás. Y la Gallina ciega, más pronto o más tarde, debería pagar lo del Faisán. Es de Ley.