Hay millones de personas que viven obsesionadas por la figura de Ruiz-Gallardón. Millones de madrileños no ven la manera de liberarse de este hombre. Muchos pensaban que dimitiría por el fracaso de Copenhague. Hicieron castillos en el aire sobre sus declaraciones acerca de una asunción de responsabilidades en caso de que Madrid, como así ha sido, no saliese elegida ciudad olímpica. Esas buenas personas identificaron la palabra responsabilidad con el verbo dimitir. Falso. Se equivocaban. También Obama, diría el alcalde de Madrid, es responsable de que Chicago no fuera la ciudad elegida, pero eso no significa que el presidente de los Estados Unidos tuviera que dimitir de nada.
En Copenhague, en efecto, estaban todos los políticos españoles sin distinción de ideología defendiendo la candidatura de Madrid, pero no salió y todos son perdedores. Es evidente que la decepción en este tipo de asunto, este gran engaño "político" que es la organización de una olimpiada, es de todos. A todos les incumbe la derrota. Es la gran farsa de la política contemporánea. Mientras que la victoria es de uno, del "político" que pone la cara, la derrota no es de nadie en concreto. Lo curioso es que ninguno de esos políticos se atrevería a "vender", al menos de modo inmediato, a los ciudadanos esa frustración colectiva, excepto Ruiz-Gallardón. He ahí su singularidad. Su perversidad.
A partir de ahora el alcalde de Madrid venderá el fracaso colectivo por tierra, mar y aire. Ruiz-Gallardón siempre gana. Es la desgracia que tenemos los madrileños y, quizá, los españoles. Este tipo es un profesional de la política siempre dispuesto a romper la columna vertebral a quien haga falta por mantenerse en el poder. Es un "pura sangre" capaz de mantenerse en el poder a costa de lo que haga falta. Se equivocan, sí, quienes crean que el alcalde ya no tiene nada que vender a los madrileños. Es un político ventajista. Quizá por eso, precisamente, Ruiz-Gallardón se está convirtiendo en el gran ídolo de los "políticos" profesionales, la mayoría, que sólo viven de la política, o sea, su misión es sólo y exclusivamente sobrevivir. Sobrevivir a costa de su partido, de su nación y, por supuesto, de su ciudad.
Por lo tanto, nadie lo dude, Ruiz-Gallardón seguirá haciendo la vida imposible a los ciudadanos madrileños para mantenerse en el poder, e incluso dar el salto a la política nacional. Lo peor está por llegar. Las calles seguirán sucias. Madrid levantado por toda partes. Y, en fin, la gestión del día a día será asunto de burócratas, pero él seguirá labrándose su futuro, mientras arruina nuestro presente.