Cospedal ha enfadado a Basagoiti y a la dirección del PP vasco al criticar el blindaje del llamado "concierto vasco" que defienden todos los partidos de Vascongadas, excepto UPyD. Si bien es cierto que la secretaria general de Mariano ha demostrado una asombrosa capacidad para generar problemas a su partido, en esta ocasión sus palabras apuntaban en la buena dirección. Basagoiti alega, con razón, que el PP siempre ha apoyado el concierto. Por eso mismo las palabras de Cospedal cobran un especial valor.
¿Estamos ante un cambio de rumbo del PP o es un ejemplo más de la descoordinación de un partido que ha dejado de ser nacional, para convertirse en un conglomerado de 17 pepitos, cada uno de su taifa?
El concierto económico, cupo vasco o como diablos quiera llamarse es inaceptable. Es la única institución cuya legitimidad es previa a la Constitución y, por tanto, ajena a la soberanía nacional. Se fundamenta en los llamados derechos históricos, nada más antiliberal, cuyo sujeto son, además, territorios y no ciudadanos. Es un privilegio que convierte en música celestial eso de que todos los españoles somos iguales ante la ley. No se trata de la siempre deseable autonomía y competencia fiscal entre regiones. Los vascos y navarros pagan menos porque los demás pagamos más. Así de sencillo.
El PP lo ha apoyado siempre. Con Mayor y con Aznar, igual que ahora. Pese a lo dicho por Cospedal, a estas alturas sabemos que esta dirección nacional (es un decir) no tiene voluntad y, menos todavía, autoridad para anteponer el interés de la nación al de los pepitos autonómicos. Regeneración democrática y Mariano Rajoy son incompatibles, es más, antagónicos. De un tipo que alardeó públicamente, entre risas, del nombramiento de Dívar en el CGPJ, como fruto del chalaneo político con Zapatero no se puede esperar nada. Nada bueno. Sólo UPyD se opone al cupo vasco. Sólo UPyD aboga por las reformas imprescindibles en la Justicia, el modelo autonómico, la educación, la política lingüística... para abordar la más grave de la crisis: la nacional e institucional.
Pero mientras escribo, los medios y partidos del régimen están muy entretenidos dando rienda suelta a la más burda demagogia –ni en eso alcanzan la excelencia– en torno a la jubilación de un ejecutivo de una empresa privada. Los diputados de pensión vitalicia y dietas a tutiplén se escandalizan. Azuzan el resentimiento social –nada mejor que un banquero– como carnaza para una sociedad empobrecida por ellos, los políticos.