Tras cuatro años sin Gobierno, los alemanes han decidido dotarse de uno para los próximos cuatro. Esta es la primera lectura clara que podemos obtener de los resultados de las elecciones generales celebradas ayer en Alemania. Y es precisamente ese mensaje el que confirma una de las sospechas de un amigo mío sociólogo: los alemanes no son tontos del todo. Cuando les toman el pelo durante cuatro años son capaces de acudir a las urnas y provocar un resultado meridiano que permita reanudar la actividad política allí donde apenas sí encontrábamos alguna que otra declaración de intenciones.
Ahora están en su derecho de exigir que se les gobierne bien. ¿Y qué significa eso exactamente? Bajada de impuestos, crecimiento económico positivo, fin de la crisis, reducción del endeudamiento público. No es tan fácil como parece. La economía moderna es tan compleja que cualquier acción desde el Gobierno se ve irremediablemente acompañada de efectos secundarios no siempre previsibles. Tal vez por ello, la política se ha convertido poco a poco en una batalla de gestos dirimida en el cuadrilátero de los símbolos. Justo eso que a usted y a mí no nos da de comer.
No quiero decir con ello que la política no sea importante, o que ya no tenga nada que ver con nosotros. La política, sobre todo la que ha de realizarse desde el Gobierno, es el espejo en que se refleja la autopercepción de un pueblo y su estado anímico e intelectual. Visto de este modo no importa quien sea el encargado de llevar adelante la ominosa Agenda 2010. Los liberales, comandados por un Westerwelle pletórico y líder, pueden convertirse en los verdaderos catalizadores de la acción de Gobierno en los próximos años. Deben convertirse en protagonistas y no caer en antiguas comodidades: no son miembros de la coalición de Gobierno para decir sí a todo lo que proponga Merkel.
Sería bueno que quienes se sentarán ya hoy mismo a negociar con CDU los términos del pacto, se tomasen una o dos horas para preguntar a los jóvenes liberales sobre aquellos puntos irrenunciables que todos tenemos en mente. Entregar las riendas en exclusiva a una CDU cada vez más socialdemócrata es igual de peligroso que hacerlo en manos de un SPD al que ya no le queda otra que empezar a parecerse a los herederos del SED (partido comunista de la RDA, hoy conocidos como "Die Linke"), no ya para recuperar la "identidad perdida", sino para lavar la imagen a golpe de mejorar las estadísticas.
De momento encontramos al SPD y Die Linke juntos, en coalición, haciendo oposición. Se me antoja difícil para los socialdemócratas recuperar protagonismo desde semejante constelación. ¿Cómo devolver al partido el perfil adecuado yendo de la mano de Gysi cuando sea necesario fiscalizar el trabajo del Gobierno?
Se vuelve casi irónico hablar de "grandes" partidos a la luz de los resultados de ayer. Si, en lugar de contabilizar los votos emitidos, contabilizamos el número total de votantes, resulta que el partido más votado ha sido el de los "nosotros no votamos", con un 28% En este recuento imposible la CDU alcanzaría el 24,2% y el SPD el 16,2%. Los "no votantes" no son simplemente ciudadanos acomodados, desinteresados; representan más bien a una buena parte de una sociedad cansada, desencantada. Ahora que todos nos lanzamos a analizar los resultados, no estaría mal empezar precisamente por estos.
Luis I. Gómez
Los alemanes deciden volver a ser gobernados
Los liberales, comandados por un Westerwelle pletórico y líder, pueden convertirse en los verdaderos catalizadores de la acción de Gobierno en los próximos años.
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