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Que se queden en Cuba

No se crean que somos ingenuos, porque sabemos qué está pasando: la izquierda mundial, por supuesto la española, prefiere un régimen totalitario en Honduras a un régimen democrático.

En Honduras, actualmente va ganando Hugo Chávez. La situación en el pequeño país centroamericano es hoy complicada, pero brutalmente simple: el chavismo ha conseguido infiltrar a Zelaya en el corazón de Honduras, justo lo que los hondureños evitaron en junio, cuando intuyeron con acierto qué pasaría si Zelaya permaneciese en el país: un ataque directo a la democracia y a la constitución apoyado en el uso de la violencia contra las instituciones y la sociedad civil. Zelaya y Chávez llevan amenazando meses con la guerra civil en Honduras. Hoy han avanzado en esa dirección.

Por eso resulta nauseabundo ver cómo los medios de comunicación occidentales compran toda la bazofia que les sirve la maquinaria propagandística de Chávez, que presenta a Zelaya acosado y medio muerto en la embajada de Lula. Lo cierto es que ocurre al revés: Zelaya está en permanente contacto con Chávez y otros conspiradores, ha montado su cuartel general y está viviendo a cuerpo de rey, como siempre en su vida ha hecho. De aislado, nada, porque tiene equipos de comunicaciones de última generación. De acosado, menos, porque habla con dirigentes que ni se le ponen al teléfono a Micheletti. Y de dormir en una litera de mala muerte, nos entra la risa sólo de pensar que muchos se creen lo que les sirven Chavez & Lula productions.

En verdad, la embajada de Brasil en Tegucigalpa se ha convertido en el cuartel general de la desestabilización en Honduras. Desde la sede diplomática, el chavismo-zelayismo organiza los disturbios mediante el uso de agitadores venezolanos y nicaragüenses y el pago millonario a piqueteros, sindicatos y trabajadores. Éstos recorren las calles cerrando, apedreando comercios y saqueándolos, cerrando escuelas y cortando carreteras. Las encuestas dicen que más del 80% de los hondureños están contra Zelaya, pero éste ha organizado un pequeño ejército de varios miles, pagado por los petrodólares de Chávez, y que a día de hoy está sembrando el terror en barrios enteros, atemorizando a la población, que no puede ni ir a trabajar ni a veces salir de casa ante el terror chavista-zelayista, versión del siglo XXI del terror rojo que aquí tan bien conocemos.

Ante una agresión directa y brutal, con ataques permanentes en las calles, el Gobierno hondureño no ha hecho nada de lo que debamos escandalizarnos. Con buen criterio –legal y legítimamente–, el Gobierno ha suspendido algunas garantías constitucionales, por una única razón: si deja vía libre a los encapuchados, éstos acabarán con las instituciones, la constitución y la democracia. Las almas tiernas podrán escandalizarse por las decisiones tomadas, pero de no actuar con determinación contra los esbirros chavistas, no habrá democracia por la que escandalizarse en el futuro. Zelaya y Chávez no quieren ni negociación ni acuerdo: quieren convertir Honduras en un protectorado de la dictadura venezolana. O lo tomas o lo dejas.

Desde la infiltración de Zelaya, Honduras vive una situación de emergencia en toda regla, de ataque directo y violento contra el orden constitucional, preparado, pagado y teledirigido por Lula, y Chávez desde Caracas. A ellos se suman Europa y el silencio cómplice de Obama. Si Honduras acaba inmersa en una guerra civil, nos acordaremos de todos ellos, por consentir la agresión contra este país.

Pero no se crean que somos ingenuos, porque sabemos qué está pasando: la izquierda mundial, por supuesto la española, prefiere un régimen totalitario en Honduras a un régimen democrático. De lo cual, por cierto, no nos extrañamos, porque siempre ha preferido la putrefacción comunista a los sistemas constitucionales. Hoy le toca a Honduras saborear las amargas simpatías colectivistas de nuestros dirigentes.

La diplomacia española actual ayuda a regímenes totalitarios a cumplir sus objetivos. A eso se dedica el Ministerio de Asuntos Exteriores, y de nada vale que algunos diplomáticos se lleven en la intimidad las manos a la cabeza ante la complicidad de Moratinos con déspotas y criminales varios. La retirada del embajador de Honduras, siguiendo indicaciones chavistas, fue un hecho repugnante desde el punto de vista democrático. Y las actuales amenazas de matón de Moratinos a Honduras aumentan el hedor de este asunto, sobre todo cuando el ministro se comporta como el correveidile de Chávez y Castro. Porque, para más escarnio, Moratinos anuncia que visitará Cuba el día 18 de octubre. Por si no quedaba claro con quien estamos y frente a quien.

Desde luego, entre defender la hedionda diplomacia española de Zapatero y Moratinos y defender la libertad, nosotros lo tenemos claro. Por nosotros, bien está que las autoridades legítimas hondureñas no dejen que el embajador regrese a Honduras. Que se quede con Moratinos. En Cuba. Y para siempre. 

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