Sin duda alguna José Rodríguez Zapatero tiene derecho a defender la intimidad de sus hijas, eso nadie lo pone en duda. Pero para ello debería ser coherente con esa defensa a ultranza y no poner las vías para que su imagen salga publicada y después intentar parar su difusión. La instantánea cuya retirada de internet pidió La Moncloa a la Casa Blanca es una foto oficial en la que ZP decidió posar junto a toda su familia, tomada en el marco de una recepción también oficial que tuvo lugar dentro de un viaje oficial. Si todo es tan oficial, difícil resulta reclamar el ámbito de lo privado.
Aún así tiene derecho a hacerlo, por mucho que resulte ética y estéticamente reprobable la apelación a la intimidad cuando todo se produce dentro de sus funciones como jefe de Gobierno y con coste al erario público. Lo que sí demuestra es falta de inteligencia. Cuando, a diferencia de los más de 130 mandatarios que posaron junto a Obama y su mujer para tomarse una foto similar, decidió colocar a sus hijas menores delante del fotógrafo debería haber sido consciente del tipo de imagen de la que se trataba. Debería saber que el fin de esas fotografías no era adornar la mesilla de noche en el dormitorio presidencial de la Casa Blanca o tener un recuerdo que uno puede comprar a la salida como si se tratara de la montaña rusa de un parque de atracciones.
Si no tuvo en cuenta la naturaleza de la imagen es culpa exclusivamente suya, por lo que sostener que se ha roto un "pacto tácito" con los medios para que no se sepa cómo son sus hijas es un absurdo. La instantánea se publicó en una colección de fotos oficiales destinadas a la prensa de todo el mundo, después de que él no advirtiera al Gobierno de Estados Unidos de que no quería que se difundiera. ¿Acaso pretende que el público español no acceda a una imagen que pudieron ver durante hora y media los internautas de cualquier país en el que haya acceso libre a la red? De hecho, lo publicado por los periódicos de España respeta la intimidad de las adolescentes en cuestión, puesto que han tapado sus caras.
Si a Zapatero le molesta que se vea el cuerpo de sus hijas, así como su evidente falta de gusto con la vestimenta para asistir a una recepción oficial, el problema es suyo. Lo único que logra es que muchos ciudadanos se planteen si el presidente del Gobierno se avergüenza de su descendencia. Si esto es así, sólo él sabrá los motivos. Por mucho que otras personas puedan, acertando o equivocándose, imaginarlos.
Para rematar su falta de habilidad, su intento de parar la difusión de la foto ha logrado lo contrario de lo que buscaba. ZP gritó, simbólicamente, "¡que paren internet!". Y el tiro le salió por la culata. Desde el momento en que la foto sale en un sitio web, ya no puede impedir su difusión por mucho que se retire a la hora y media. Ha habido tiempo suficiente para que unos cuantos internautas se la guarden y la cuelguen en servidores de todo el mundo accesibles desde cualquier ordenador con conexión a internet. Con su patético intento de censurar una foto oficial destinada a la prensa, para la que posó su familia al completo, lo único que ha logrado es que se hable más de ella y que se multipliquen los montajes riéndose de los retratados.