Antoni Castells i Oliveres, mayor de edad, casado, padre de dos hijos, sin antecedentes penales, vecino de Barcelona, catedrático de Hacienda Pública en esa misma plaza y dizque honorable consejero de Economía y Finanzas de la Generalidad, circunspecto, impávido, sereno, sin inmutarse ni un ápice, con un par, acaba de corroborar en sede parlamentaria que en "Diseño de un parchís y puzzle de la casita de cartón recortable", informe confidencial por el que el Gobierno de Cataluña ha abonado 11.368 euros –más IVA– a un gabinete de consultores externos especializado en esa materia, "no hay ninguna ilegalidad que sea objeto de actuación administrativa o judicial".
Disípese, entonces, cualquier sombra de recelo cívico: todo fue tan acuciante como conforme a Derecho. Así, el proceso de construcción nacional exigía disponer del mejor peritaje posible sobre cómo montar casitas de cartón para jugar dentro de ellas al parchís. En consecuencia, al president Montilla no le quedó más alternativa que recurrir al auxilio del sector privado con tal de acceder a los últimos avances internacionales en esa ingeniería. Y otro tanto aconteció, por cierto, con los restantes 2.469 informes por los que el tripartito pagó la módica suma de treinta y dos millones de euros a cuñados, sobrinos, primos, ahijados, compadres, colegas, churris, cuates y compañeros de lucha, sólo en 2007. Asunto aclarado, pues.
En fin, en memorable carta de Michel Revel a su hermano Jean-François, leo: "¿No te asombra que se haya logrado crear, doscientos años después de la Revolución, una sociedad idéntica a la del Antiguo Régimen? La Administración de alto rango equivale a la nobleza de corte, los funcionarios a la baja nobleza, los subvencionados al clero, los empresarios de las contratas públicas a los financieros de palacio, los profesionales liberales a los togados, y los empleados del sector privado al tercer estado".
A saber, quizá sea el destino de Europa, no sólo el de la pobre Cataluña. Tras la vitola del más ardiente progresismo, el regreso a la Edad Media. Empezando por la privatización del Estado con el asalto al erario por partidas organizadas de malhechores. Algo así como la desamortización del XIX, sólo que al revés. El saqueo y reparto a calzón quitado del botín público como mejor salvoconducto para eternizarse en el poder. Y sin disimular, a plena luz del día. Lo único que no se acaba de entender es ese despilfarro de 27.028 euros en un dossier sobre los periodistas domésticos. Total, si con una fotocopia delDiscurso de la servidumbre voluntariade Étienne de La Boétie hubiera bastado.