Visto lo de Benidorm, en lugar de la Internacional, mejor hará Zapatero entonando la letra de Cambalache cuando la próxima performance de Rodiezmo. Y, en vez de izar el puño, que levanten las compañeras y los compañeros un maletín de Louis Vuitton al unísono en cuanto suenen los primeros compases del tango de Santos Discépolo por megafonía. Pues, entre otras perplejidades, ninguna moción de censura local merecerá la presunción de inocencia mientras la cuarta parte de los billetes de quinientos euros que existen en el planeta Tierra continúe empadronada en municipios españoles.
Y es que ese asunto, el del asalto impune del Pajinato al Plan General de Ordenación Urbana, recuerda demasiado el hedor inconfundible del primer despotismo iletrado. Aquel añejo perfume fétido de la cosecha del ochenta y dos, cuando la vieja guardia demolió el escalafón moral del país y ya resultó lo mismo ser derecho que traidor, ignorante, sabio, generoso o estafador, todo igual, nada mejor, tanto chorros maquiavelos y estafaos, como contentos y amargaos. Cuando el ministro del GAL barruntaba que Carlos III debía ser una marca de coñac, y la UGT desvalijaba al prójimo con la PSV.
Fue entonces cuando se cimentó algo mucho más grave que esa tangentópolis que hoy parasita las concejalías de Urbanismo de media España: la corrupción moral de una sociedad que la tolera de grado. Y eso, a pesar de los autos de fe mediáticos tan del gusto de la afición, con sus plañideras de la prensa, su rasgar de vestiduras entre las autoridades y su aquelarre final, quemando en la pira de la opinión pública al tránsfuga de turno. Mas nadie se llame a engaño: la subasta en almoneda de cabildantes a la sombra de una hormigonera, aquí, sale gratis total. Tanto a diestra como a siniestra, que tanto monta.
Así, la pobre fibra ética de esta vieja nación a la deriva se retrata desnuda cada vez que las urnas pedáneas legitiman esas miserias. Porque pícaros, buscavidas, trileros, ventajistas y zascandiles pujando por un lugar al sol de las comisiones del ladrillo, haylos en todas partes. Sin embargo, en los lugares sanos, es la propia sociedad quien genera los anticuerpos que les impiden llegar al poder o mantenerse en él. Pero aquí... Que se lo pregunten a la mamá de la criatura.