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Raúl Vilas

España, ¿Estado terrorista?

La cotización de los muertos en el siniestro mercado del falso humanitarismo es muy variable. Las víctimas importan una higa. Su valor depende exclusivamente de cómo y contra quién puedan ser usadas.

Diciembre de 2008. Israel lanza una ofensiva militar contra las bases terroristas de Hamas en la Franja de Gaza, territorio bajo el yugo totalitario del profeta. Herencia directa del inefable Arafat, el amigo de Moratinos. De los moratinos de todos los países.

La reacción del rebaño ibérico no por esperada dejó de ser vomitiva. Los editorialistas de casi todos los periódicos impresos derrochaban toda su elocuencia para ciscarse en la democracia israelí. Conspicuos lectores de El País, funcionarios del cine y otros menos aseados tomaban las calles entre gracietas sobre el Holocausto y pedradas a la embajada.

Dirigentes de todos los partidos, sí todos, comparecían compungidos ante la desgracia del pueblo palestino. El liberticida de La Moncloa contemplaba aquellos días con regocijo los balidos de una opinión pública que tiene en él lo que merece. El grito era unánime: ¡Israel Estado terrorista!

No había detrás de tan gruesas acusaciones más argumento que la "desproporción". Estábamos ante un claro caso de terrorismo de Estado sencillamente porque las bajas en las filas de los matarifes islamistas eran mucho más numerosas que las de soldados israelíes. Justificación prefabricada por los propios terroristas. Recuerden Yenín. 

Septiembre de 2009. El ejército español, cumpliendo de forma encomiable con su obligación, se enfrentaba a un grupo de talibanes en Afganistán. Resultado: cerca de 20 terroristas muertos. Ninguna baja española. La desproporción es evidente. Las calles se han vuelto a llenar de indignación, la prensa clama justicia, bardenes y almodóvares imploran a la comunidad internacional que actúe contra el Gobierno Zapatero. Hay que frenar el terrorismo de Estado. No.

La cotización de los muertos en el siniestro mercado del falso humanitarismo es muy variable. Las víctimas importan una higa. Su valor depende exclusivamente de cómo y contra quién puedan ser usadas. No es que aprecien más a un palestino que a un afgano. Desprecian por igual a unos y otros. A estos profesionales del pacifismo el primero les sirve para legitimar su odio a Israel y por extensión al mundo libre. El segundo, hoy por hoy, les resulta inútil, incómodo. Una cosa es lanzar muertos contra Bush, Aznar y los judíos. Pero no pretenderán, ¡por favor!, que llamen asesinos a nuestro hombre de paz y, tan laicos ellos, al nuevo mesías negro.  

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