La principal diferencia es que ahora los bárbaros no están fuera sino dentro.
Rostovtzeff hizo notar la consunción inducida por el estado. En Egipto, p. ej., todos los campesinos trabajaban para dar pan (y circo) gratis a los vagos de Roma. Hoy, papá estado aspira demagógicamente a extender aún más su manto "protector" a aquellos que puedan darle el voto, aunque eso suponga ahogar a las clases productivas y empobrecer a todos.
Para pagar ese populismo, el estado romano recurrió a la adulteración de la moneda. Entonces variaron fraudulentamente la ley de las monedas, ahora lo consiguen los bancos centrales inflando el crédito y la deuda, pero los resultados son igualmente catastróficos.
Creo que los bárbaros fueron y son infecciones oportunistas sobre un cuerpo enfermo. Uno sano integra los nuevos grupos y se beneficia de ellos: no hay bárbaros. Cuando los bárbaros apuntan en el horizonte, es que hace tiempo que conviven con nosotros en la forma de una sociedad sin valores comunes.
Buenos días, don César. Yo, para poder opinar del siglo III, primero me tendría que estudiar el siglo I y después el II. Sin embargo, supongo que, como en todo, tratándose de Historia siempre se puede encontrar algún parecido aunque sea lejano. De lo que no hay duda, y tú lo has demostrado en muchos editoriales, es de que se pueden encontrar muchas coincidencias entre los personajes del pasado y los de ahora. El hombre, al fin y al cabo, está hecho de mal y de bien, algunos más de una cosa que de otra; está gobernado por tentaciones como los vicios, el ansia de poder, la avaricia...
Los romanos tenían en Júpiter a un dios muy distinto del que tenemos nosotros –hasta que llegó Constantino-, un dios que era permisivo con muchas maldades; tal y como lo idealizaban ellos.
Los políticos de hoy, unos cuantos por lo menos, no creen ni siquiera en Júpiter, ni tampoco pedirán, cuando estén a punto de morir, que nadie les meta una moneda en la boca para dársela al barquero que les ha de llevar al infierno (suponiendo que el can "Cervecero" les deje entrar). En ese amplio rasgo, por ejemplo, sí se parece lo de ahora a lo de entonces; en otras épocas ha habido mayor temor de Dios, más miedo a hacer el mal, lo que ha conllevado que los hombres poderosos, bajo la vigilancia de ese Juez supremo, se hayan comportado de manera más ética.
Creo que el mayor problema está ahí, al menos en una gran parte.
Un fuerte abrazo.
Pues léanse ustedes el informe del GEES sobre la decadencia de Europa, y verán como estamos hablando de la misma historia.