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Alberto Acereda

Dejad que los niños se acerquen a mí

Obama, como han hecho otros presidentes antes que él, puede y debe hablar a los escolares de este país, pero nunca escondiendo bajo la manga un intento tan descarado de incluir materiales de adoctrinamiento.

Vaya aquí por delante el recuerdo a las víctimas del 11-S hace ahora ya ocho años, asunto del que no hay lugar para el olvido y que debería estar siempre presente en la memoria de cada ciudadano que aspira de verdad a vivir en libertad. Al margen de ese recuerdo, escribiré hoy sobre el discurso que pronunció este pasado martes Barack Obama en una escuela de Arlington, Virginia. Retransmitido por varias cadenas de televisión, el discurso traía en sí polémica porque se vio como otro intento más del presidente por manipular a la opinión pública; y esta vez buscando adoctrinar a la cautiva audiencia de millones de escolares.

En vista de su estrepitosa caída en popularidad, el nuevo mesías y sus asesores políticos (reconvertidos ya en apóstoles por parte del catecismo de la progresía) juzgaron necesario ir adelante con este discurso como posible parapeto ante el chasco de las encuestas de agosto contra el presidente y ante el hasta ahora fracasado intento de socializar la medicina. El discurso, además, precedía en un día al otro sobre la salud pronunciado el miércoles en hora punta y en sesión especial ante el Congreso.

Pese a las protestas de muchos padres y educadores, Obama se presentó el martes en Wakefield High reclamando la atención de los niños, si bien con otras intenciones que las del conocido pasaje del evangelio según San Marcos. Veinte minutos le bastaron a Obama para decir cosas como estas: "Cuando yo era joven, mi familia vivió en Indonesia unos cuantos años y mi madre no tenía dinero para enviarme donde los niños americanos iban a la escuela". Esto decía Obama, el mismo que luego se graduó por la Universidad de Harvard gracias al dinero de su abuela, aquella mujer blanca y adinerada que Obama ya se encargó de calificar de racista durante su campaña...

Pero al margen de otros detalles personales, sabiamente explotados y tergiversados por Obama, interesa leer su razonamiento para que los niños estudien. El conocimiento que adquieran estos niños, futura cohorte de ciudadanos dependientes con la que sueña Obama, les servirá –al decir del presidente– para "desarrollar nuevas tecnologías energéticas para proteger nuestro medio ambiente". Y también para "luchar contra la pobreza y falta de vivienda, crimen y discriminación, haciendo nuestra nación más justa y más libre".

En los oídos de los inocentes escolares todo esto suena de maravilla, pero el mensaje subliminal no es otro que promover la propia vision de Obama de Estados Unidos como una sociedad injusta y que discrimina: un país, en fin, que el presidente quiere cambiar en su raíz misma utilizando la sana inocencia y bondad de los escolares estadounidenses.

Con todo, el adoctrinamiento no viene tanto por su discurso, embellecido y disimulado con ideas propias del conservadurismo norteamericano como la "responsabilidad individual" (y en las que Obama cree poco o nada) sino sobre todo porque horas antes el presidente tuvo un encuentro con otro grupo de estudiantes de la misma escuela a los que sí les adoctrinó sobre su plan de salud.

Más sospechosos todavía resultan los materiales que el Departamento de Educación hizo públicos al hilo del discurso. En ellos se denota un activismo impropio de la institución presidencial. Así, entre los documentos incluidos por dicho Departamento se hallan detalles de un calculado sectarismo adoctrinador y propio de regímenes escasamente democráticos.

Como el discurso se ofreció en directo vía television e internet, el ministro de Educación, Arne Duncan, ordenó a las escuelas e institutos públicos del país desarrollar un plan de lección para complementar el discurso de Obama. Bajo el título Recursos Didácticos para la Clase, se añadía un menú de actividades para la clase según los cursos y con el fin de una supuesto intento de estimular la discusión.

Tales recursos (que fueron alterados y recortados por las quejas de las asociaciones de padres) incluían, pese a todo, estas preguntas que los escolares debían responder: "¿Por qué el presidente Obama quiere hablarnos hoy? ¿Cómo nos inspirará? ¿Qué te impactó más del discurso del presidente Obama? ¿Por qué es importante que escuchemos al presidente? ¿Qué crees que se necesita para ser presidente? ¿Qué otros momentos históricos recuerdas cuando el presidente le habló a la nación?" . Y así casi todo, en nauseabundo culto y veneración ególatra.

Como suele ocurrir, los voceros mediáticos del señor presidente no pueden aceptar que el pueblo norteamericano vea todo esto con escepticismo y disgusto. Algún columnista del New York Times, como John Harwood, ya salió en la cadena MSNBC acusando a los padres que se opusieron al discurso como gentes "racistas" e "ignorantes". En la CNN, Roland Martin, llamó a los mismos padres "locos" y David Sirota los tildó de "banda de psicópatas".

Obama, como han hecho otros presidentes antes que él (y no se olvide que Bush padre lo hizo en 1991 y los demócratas pidieron comisiones de investigación al respecto), puede y debe hablar a los escolares de este país, pero nunca escondiendo bajo la manga un intento tan descarado de incluir materiales de adoctrinamiento. Obama, como la familia Gutre del conocido relato El evangelio según San Marcos de Borges, lee la Biblia a su manera...

El modo de atraerse a los niños este pasado martes fue, en suma, un más que cuestionable intento de Obama y de su secretario de Educación de usar la institución presidencial para adoctrinar a millones de escolares estadounidenses y colarles unos materiales tan sectarios como indignos. Pero ni así. A Obama le han visto ya el plumero los norteamericanos, como a sus cuarenta "zares", como a los Van Jones y otras matracas. Y luego se quejan de que en el Congreso le llamen mentiroso...

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