El populismo de Zapatero será estudiado en el futuro no sólo por su eficacia sino por su cutrez. Todas las "decisiones" de este curioso ejemplar socialista se hacen en nombre del pueblo, o mejor dicho, de los descamisados, pero con el único fin de mantenerse en la poltrona el tiempo que haga falta. Es tan barato y ridículo el populismo de este Gobierno que cualquier medida adoptada puede rectificarse en menos de 72 horas y no pasa nada. Ni ceses, ni dimisiones, ni nada de nada, sino un poco más de populismo: extenderemos el subsidio hasta donde haga falta, si eso nos asegura más votos de los parados.
Lo más grave es que la mayoría de la casta política parece tragar con las miserables explicaciones de un sin-sentido populista. A veces, en esta circunstancia de sociedad enajenada por la propaganda del Gobierno y sus medios afines, uno ya no sabe qué pensar sobre quién tiene más responsabilidades en este proceso antipolítico y, por supuesto, antidemocrático en el que está envuelta España. En verdad, no sé qué es peor si el populismo de Zapatero o los agentes políticos que deberían oponerse a tanto despropósito. El engaño de los 420 euros es rectificado de la noche a la mañana, pero lejos de poner en cuestión a un Gobierno por su ineptitud y, seguramente, mala fe, le da alas para llamar imprudente al jefe de la oposición.
Es el colmo de la desvergüenza que Zapatero llame "imprudente" a Rajoy, pero, insisto, seguramente es eficaz, pues de lo contrario ya habría salido Rajoy contestando tal majadería que, en mi opinión, está creando un estilo de populismo propio, que está más cercano a la cutrez que a la impostura y la mentira de los viejos populismos. En efecto, además de viejo, viejo, viejísimo, el populismo de Zapatero es sobre todo cutre. Ajado. Ridículo. Pero, sin duda alguna, eficaz, pues la atildada oposición del PP no consigue ni sacarle los colores por haber aprobado una medida como la de los 420 euros, que tienen que corregir de inmediato, ni tampoco quitarse sus propios complejos por el rollo de las escuchas ilegales de un gobierno policial.
Así las cosas, los futuros historiadores del Estado sin nación, que es hoy España, estudiarán con perplejidad cómo alguien tan cutre e imprudente, tan chabacano y radicalote, exige "prudencia" a una oposición que estaría, si hubiera que situarla entre el mundo de los felinos, más cercana a los comportamientos de un gatito castrado que de un gatopardo.