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Pedro de Tena

España

La vida humana individual vale cada vez menos. No sólo por la ley de la oferta y la demanda. Sobre todo, por la disolución del orden en el que la vida, el sujeto y la libertad son los ejes vertebrales de lo que merece ser llamado vida humana.

Despellejando agosto, día tras día,
dejando al descubierto sus entrañas
de gaviota sonámbula y extraña,
tejo en sus horas mis alegorías.

Vago por él con la melancolía
tatuada en mis sentidos por España,
desilusión remota y aledaña,
hueso pelado ya de la utopía.

Agosto es como el mar, indiferente
al levante que abrasa o al sumiso
vaivén de la marea. Inertemente,

huero de fe, de sueño circunciso,
va como yo, hundido en la corriente
que a otoño llegará, no al paraíso.

Con la sangre espesada y el alma desértica por la caló insistente, el autor percibe cómo pasa España y, contra los deseos de aquel otro vate, pasar, pasa pero quedar no queda. En cierto modo, se desliza entre los primeros versos la indiferencia de quien ya tiene la esperanza perdida. Deja oculto, eso sí, si hay más razones y corazones en ese desplumamiento alegórico. "Indiferente ante su telaraña/ caigo rendido ante su demasía", podrían ser versos complementarios.

Sí, vagabundo tatuado por una memoria de España atacada por la amnesia y la desidia, el poeta yace sin poderío para rescatar de lo remoto aquella ilusión que ansía y comprende que lo tiene entre las manos es el resto de un naufragio, tal vez generacional, de los que quisieron prohibir prohibir y decían amar la libertad y al final han sucumbido ante normas irrespetables y saqueos del dinero público.

Sin embargo, llama la atención el verso "hueso pelado ya de la utopía", por el error conceptual que contiene. La utopía, sea la que sea, no es más que un hueso pelado que algunos quieren que vuelva a ser fruta viva y emocionante. Pero no hay ninguna fruta que nazca sin carne. Por tanto, no es que la utopía, jugosa y atractiva, deriva en hueso pelado. Es que nunca fue otra cosa.

En realidad, ahora que somos más de 7.000 millones de personas sobre la tierra, cada vez el mar, agosto, el viento e incluso la humanidad son más indiferentes con la vida. La vida humana individual vale cada vez menos. No sólo por la ley de la oferta y la demanda. Sobre todo, por la disolución del orden en el que la vida, el sujeto y la libertad son los ejes vertebrales de lo que merece ser llamado vida humana.

¿Cabe la fe? No, ni siquiera los sueños bellos y redondos salvo los mutilados por la cobardía, la pereza o la dificultad. No hay nada más que el movimiento incesante –quién sabe si eterno–, que nos lleva del puntapié del nacimiento a la charca segura de la muerte.

En efecto, no hay paraíso.

Nota

Pero después el autor me confesó que en su programa de cine de verano vio la película Resistencia , de Stephan Zwick, inspirada por el libro de Nechama Tec, The Bielski partisian , la historia real de unos hermanos de la actual Bielorrusia que con otros miles de compatriotas judíos decidieron resistir ante el monstruo de varias caras –nazis, bolcheviques–, que pretendía su exterminio. Qué valor, qué dignidad, qué moralidad, qué altura. Pensar que tales héroes murieron en el anonimato en Estados Unidos, nos hizo reflexionar, ya atardeciendo, sobre la mediocridad y el orín espiritual que asfixian la esperanza de los españoles. Carcomidos por la gula, la lujuria, la cobardía y la estupidez vamos teniendo, cada vez más, lo que nos merecemos.

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