Lamentaba hace unos días Cospedal en un videoclip institucional que "España viva ahora un Estado policial como hace muchos años, desde antes de la Constitución, no se vivía". Se trata de una reflexión interesante para el apasionado de la deconstrucción propia y ajena. Porque Cospedal, en expresión directa, súbitamente despostmodernizada, toma la parte por el todo y, así, identifica el objeto de la presunta ofensa, en este caso el PP, con España. Desde luego, el deseo de la cúpula popular por mimetizarse con el premundo nacionalista es encomiable, hasta el punto de copiar los mecanismos de identificación del partido con la nación y de la nación con el partido. Pero la realidad es tozuda y nos demuestra que nos encontramos, desafortunadamente, en el estado menos policial de la historia reciente de España. De hecho, muchos son los que perciben que la inseguridad ciudadana se ha disparado, hasta el punto de haber convertido la calle en un espacio privado, privatizado, en el peor sentido de la expresión.
La fórmula adecuada, entonces, habría sido "el PP sufre acoso policial". Pero Mayor Oreja ya había adelantado el new deal popular el 4 de junio en una entrevista en la ahora ex Mañana de Federico Jiménez Losantos, aunque lo hizo de forma más sofisticada que Cospedal. Decía Mayor Oreja del 11-M, sin aparente rubor, que "esta acción, este atentado, sólo se ha producido con un objetivo determinado, que era destruir el gobierno del Partido Popular" (minuto 14:41). Al margen del desafortunadísimo uso o lapsus de la expresión "acción", Oreja elude la nación española, que es el verdadero objetivo del 11-M, y sitúa al Partido Popular como víctima del atentado. Ni tan siquiera los 193 asesinados y miles de heridos; menos aun el Gobierno de España: sólo el gobierno del PP.
Es muy lamentable que un partido político sufra el acoso por el que está pasando el PP, pero España, en este asunto, avui no toca, que diría Pujol. ¿Qué hacer, entonces, tras la resaca búlgara y la falta de amigos en el espectro mediático que va de lo azul a la ceja? Pues quizá imitar a Isabel I de Inglaterra, quien se depilaba del todo las cejas para que nadie advirtiera en ella un gesto de sorpresa o duda.
Joan Valls
¿Sueñan los tigres con alcachofas?
El deseo de la cúpula popular por mimetizarse con el premundo nacionalista es encomiable, hasta el punto de copiar los mecanismos de identificación del partido con la nación y de la nación con el partido.
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