Estupideces y censuras electrónicas
Es como si pretendieran prohibir el cine bélico o las novelas policíacas debido a que la violencia que contienen hay podido influir de forma negativa a algún perturbado.
Se multiplican los amigos de la estupidez y los enemigos de la libertad. En una misma semana un grupo de mujeres feministas apoyado por el Ayuntamiento de Barcelona, así como varias ONG, se han convertido en buena muestra de lo primero, y el chavismo venezolano de lo segundo. Y del caudillo autoproclamado bolivariano resulta llamativo que coincida con los ministros del Interior de los länder alemanes.
La estupidez políticamente correcta viene del desconocimiento del leguaje. Este último es una institución que se forma a través del modo de expresarse de quienes lo utilizan, no de las directrices de gobiernos o instituciones tan impresentables y liberticidas como la Unesco. A las féminas apoyadas por el consistorio barcelonés les gustaría que Facebook revisara la "construcción gramatical del género", puesto que según ellas "el lenguaje, la comunicación y las redes sociales sólo tienen sentido si son inclusivas, nunca exclusivas".
Lo cierto es que, más allá del malgasto del dinero de los contribuyentes en apoyar este tipo de cosas, no hay nada objetable a que estas mujeres actúen para intentar lograr sus objetivos como lo hacen. Recurren a la acción privada para enviar sus sugerencias sin tratar de imponer la coacción política contra lo que no les gusta. Lo mismo ocurre con las ONG que han criticado el videojuego de rol online Mendigogame. Solidarios para el Desarrollo, Fundación Rais y Acción en Red consideran que este entretenimiento virtual es una burla y que deforma la realidad. Mientras se limiten a hacer campaña en este sentido, con independencia de que se comparta o no su visión, actúan dentro de lo admisible.
Caso muy contrario es el del régimen chavista, que pretende prohibir los videojuegos, y los juguetes, bélicos en Venezuela. El proyecto de ley incluye incluso la penalización del mero uso; no se limita a su venta o fabricación. No deja de resultar irónico que un Hugo Chávez que ha hecho de la violencia un arma política contra sus detractores, y que la primera vez que intentó llegar al poder lo hizo mediante un golpe de Estado, quiera proscribir este tipo de entretenimientos por considerarlos nocivos. Algo que, por otra parte, no es cierto. Millones de seres humanos los tienen como elementos de ocio sin convertirse en personas violentas.
Más tremendo es lo de Alemania. El proyecto de Chávez parece en buena medida una copia de la norma propuesta por los ministros del Interior de todos los länder de la República Federal. También ellos pretenden prohibir los videojuegos violentos, y con muy parecidos argumentos. La norma, que será debatida dentro de poco en el Parlamento nacional, pretende incluso proscribir su programación. Argumentan que algunos episodios como tiroteos en escuelas son producto del uso de este software de entretenimiento. Es como si pretendieran prohibir el cine bélico o las novelas policíacas debido a que la violencia que contienen hay podido influir de forma negativa a algún perturbado.
En ambos casos se trata de pura y dura censura producto de considerar al ciudadano como un incapacitado mental. En un sistema como el venezolano era de esperar. Que ocurra en una democracia como Alemania resulta más llamativo y revelador. Hay demasiados políticos que se creen superiores al resto de los humanos y pretenden controlar sus mentes.
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