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Emilio Campmany

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Los españoles somos gente muy rara. Cuando matan a dos guardias civiles nos gusta oír a nuestros políticos decir cosas como las que han dicho, pero sólo seguiremos votándoles con la condición de que no hagan lo que tanto nos gusta oírles prometer.

"Convencidos como estamos de que la política puede y debe contribuir al fin de la violencia, reafirmamos que, si se producen las condiciones adecuadas para un final dialogado de la violencia, fundamentadas en una clara voluntad para poner fin a la misma y en actitudes inequívocas que puedan conducir a esa convicción, apoyamos procesos de diálogo entre los poderes competentes del Estado y quienes decidan abandonar la violencia, respetando en todo momento el principio democrático irrenunciable de que las cuestiones políticas deben resolverse únicamente a través de los representantes legítimos de la voluntad popular. La violencia no tiene precio político y la democracia española nunca aceptará el chantaje". Esto lo aprobaron nuestros representantes.

Y mientras esta resolución sigue vigente, a Rubalcaba se le llena la boca diciendo tonterías como que los únicos intermediarios entre el Ejecutivo y los terroristas son los policías que los llevarán a la cárcel. A María Teresa Fernández de la Vega se le va la pinza y dice que los etarras tienen los días contados como si en España existiera la pena de muerte o hubiera alguien en el Gobierno decidido a acabar con las vidas de los asesinos. A Zapatero le da por mentir y amenaza con que los terroristas se pasarán su vida en la cárcel como si en España existiera la cadena perpetua. Al Rey, con algo de retraso, le da por unirse al coro y anima a darles en la cabeza y acabar con ellos. Y mientras, la dichosa resolución autorizando la negociación política sigue vigente. Y para colmo de males, nadie del PP presenta en el Congreso ninguna proposición para votar su derogación.

En medio de tanta falsedad y de tantas palabras huecas y estúpidas, el único que ha dicho algo conforme con la realidad ha sido, como no, alguien del PNV, Josu Erkoreka. Para el nacionalista, el fin de la banda sólo podrá ser dialogado porque "alguien en nombre de ETA tiene que dejar claro que han decidido cerrar la persiana". ¡Qué metáfora tan bella! Podía haber dicho "abandonar la lucha armada" o "dejar las armas", pero lo de la persiana es infinitamente más literario y, sobre todo, no ofende.

Los españoles somos gente muy rara. Cuando matan a dos guardias civiles nos gusta oír a nuestros políticos decir cosas como las que han dicho, pero sólo seguiremos votándoles con la condición de que no hagan lo que tanto nos gusta oírles prometer. Por eso tiene razón Erkoreka. El fin de ETA será dialogado y negociado. Pero no porque haga falta que nadie en su nombre diga que "echan la persiana", sino porque nosotros, los españoles, lo queremos así. Son nuestros representantes, las personas a quienes votamos los que aprobaron aquella resolución. Y son ellos los que la mantienen vigente. Y no hay apenas voces en la calle o en los medios de comunicación que pidan su derogación. Ya sé que eso no impediría que éste u otro Gobierno que venga negocie con la ETA, pero al menos lo de los policías intermediarios, lo de los días contados, lo de que pasarán su vida en la cárcel y lo de darles en la cabeza sonaría un poco más creíble. Lamentablemente, el problema es que, si creyéramos que sus amenazas son reales y no de boquilla, dejaríamos de votarles.

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