Cállate, por Dios, que tú
no vas a saber decírmelo
Claro que no, Javier mío. Haz caso a Juan Ramón. Él sabía. Tú calla y cuando calles, cuando estés como ausente, entonces te concederé la dicha de departir conmigo bajo el calor del verano y nos pondremos a dialogar como Sócrates el mayéutico, justo como él, que simulaba llegar a conclusiones que él ya había cocinado. Pero tal privilegio sólo será posible si te callas, si entiendes el sonido del silencio, que es oro, como se sabe desde la más remota Antigüedad. Cállate, niño de Olvera, duerme, duerme chiquito, y te traeré muchas cosas para ti, codornices para ti, rica fruta para ti, incluso un diálogo para ti.
Es que no te enteras. Andalucía es nuestra, mayormente mía desde que Manolo se fue a los madriles y me dejó con las llaves de la caja. Tú no puedes abrir la boca de ese modo tan feo y exclamar que Manolo es inmoral, que es corrupto, que es irregular, que está más torcido que los renglones de Dios. Tú no puedes decir que si su hija, que si el incentivo, que si la empresa que apoderaba, que si la ley de incompatibilidades, que si debería haberse abstenido, que si patatín que si patatán, a la vera la verán, del palacio a la cocina, ¿cuántos golfos tengo encima? No, no, mi niño. Así no.
Para que lo sepas, yo no sólo mando en el PSOE sino que mando asimismo en la oposición, opsoeción, que es como debería llamarse misma y propiamente. Así que Arenas debes comprenderlo. No puedes hablar cuando tú quieras, ni puedes hablar de lo que quieras. Tienes que pedirme permiso para destapar la boca, que en boca cerrada no entran gürteles, no sé si me entiendes. Que en todas partes cuecen habas. Es verdad que las vuestras son habitas con jamón y que las nuestras son habita...ciones completas llenas de mugre y telarañas, pero no has aprendido que si repites mucho una mentira acaba siendo verdad para el populusque.
Andalucía está a la cola de España, de la educación, de la renta, del empleo y de casi todo. Y cuando no está a la cola está en la cola. Es verdad. Lo sé, lo sé. ¿Cómo no voy a saber que en treinta años no hemos logrado sacarla de ese deshonroso lugar de España donde la espalda pierde su honroso nombre? Pero, hombre, Javier, coño, no lo digas porque entonces me llaman de Madrid y me dicen que no te dé ni agua, como al enemigo que eres y tienes que dejar de ser. Es que el responsable de ese desastre ha sido Manolo, Manolo el Honrado, y tú no puedes ir por ahí cargándote la campaña de imagen que le ha hecho Ferraz para que se retire en paz y con el pensionazo de la Junta.
Mira, Javierito, déjate de quevedeces, de eso de "no he de callar por más que con el dedo...". Tú eres un político, no un necio. ¿No has leído a Wittgenstein? ¿No sabes que de lo que no se puede hablar lo mejor es callarse? ¿No has escuchado a Julieta Venegas? Sí, hombre, esa chica mejicana, Javierito, ponte al día, cuando canta:
Ahora contaremos doce
y nos quedamos quietos.
Ahora contaremos hasta doce
y tú te callas y me voy.
Y si vas más por el Siglo de Oro rememora a Calderón:
No hay cosa como callar,
de lo que hablé me arrepiento,
y no quiero saber más,
pues que no puedo hacer menos.
Así que, Javierito, déjate de tonterías. Juntos podemos hacer grandes fazañas, pero no me hagas quedar mal con quien me puso en el machito, hombre. Compréndeme un poco. Tú te callas, yo dialogo. Tú haces mutis, yo me reúno. Tú cierras la boca y yo te abro las puertas. ¿Ves qué fácil? Déjate de democracia y de fantasías políticas. El que manda, manda y aquí mando yo. Por algo me llaman José Antonio el Legítimo, el legítimo autor del boquete que te encontraste en la Seguridad cuando me sustituiste como ministro, unos 500.000 millones de pesetas, pero de eso ni mu, Javierito, si quieres que tomemos un café en la casa Rosa.
Recibe esta oda, toda, en prosa, aunque en mis tiempos jóvenes de hace cincuenta años fui poeta, porque mucho puede pedirse a un gobernante pero no que malgaste versos contigo. Espero que te calles de una puta vez porque si no me fastidias el paripé de diálogo que tengo preparado para contar después que el responsable de su ruptura eres tú. Así que Javierito, léete esta oda y no me jodas.
Atentamente, Pepe.