¿Por qué se hunde el Obamacare?
¿No nos prometió Obama una nueva política que antepusiera a la gente sobre los grupos de presión? Claro. Y ahora promete una atención médica ampliada, independiente del puesto de trabajo y de calidad superior... ¡a un menor precio!
¿Qué pasó con el plan sanitario Obamacare? Pues que la retórica se topó con la realidad. Tanto cuando era candidato como cuando ha alcanzado la presidecia, el maestro de la retórica supo crear un mundo en el que él ofrecería el paraíso: una mayor cobertura a un menor precio.
Pero no se puede seguir engañando a la gente una vez llega la hora de legislar. Cuando transformas tus fantasías en palabras y cifras, la Oficina Presupuestaria del Congreso entra en escena y anuncia que el emperador en realidad está desnudo.
El presidente Obama justificó la necesidad de reforma sanitaria con la afirmación de que el enorme volumen de gasto médico está destruyendo nuestra economía. Eso es cierto. Pero parece que ahora descubrimos –¡sorpresa!– que la cobertura universal incrementa el gasto. Los planes sanitarios de los congresistas demócratas, afirmó la Oficina Presupuestaria, elevan el gasto por encima del billón de dólares.
Como reacción, el presidente dio marcha atrás en sus posiciones con un anuncio de que cualquier ley que él aprobara no supondría un gasto adicional. Pero aquí no ha hecho otra cosa que cometer un error clásico: si la reforma sanitaria es urgente porque hay que reducir los gastos que están socavando nuestras cuentas públicas, mantener el nivel de gastos nos deja, por definición, en la misma situación que Obama afirma que es insostenible.
Las propuestas demócratas son aún peores: dado que ellas sí que pretenden elevar el gasto, para evitar que el déficit aumente se tendrá que subir impuestos. No se trata sólo de que sea una medida demente lastrar a una economía deprimida con un incremento del impuesto sobre la renta que cae como una losa sobre las empresas y los inversores; el problema es que, además, la reforma sanitaria acaba acaparando una fuente de recaudación que podría haberse utilizado para eliminar el lúgubre déficit presupuestario estructural que sí supone una enorme amenaza para la economía y el dólar.
Estas contradicciones tan evidentes son el motivo de que los planes sanitarios demócratas se estén derrumbando bajo su propio peso. Es Max Baucus, el secretario demócrata del Comité de Financiación del Senado, quien decía que Obama era de poca ayuda porque descartaba gravar el seguro laboral para financiar esta cobertura pública ampliada. Por su parte, los demócratas conservadores de la Cámara se sobresaltaron hace unas semanas ante el astronómico coste de la reforma.
El presidente está, por consiguiente, algo impaciente por convertir este tema en un enfrentamiento entre "demócratas progresistas" y "republicanos reaccionarios". Así, aprovechó los comentarios que había realizado el senador republicano Jim DeMint sobre que parar el plan sanitario supondría un duro golpe a su presidencia, para protestar, de manera muy artificial, de que "este plan no tiene nada que ver conmigo. Tampoco tiene nada que ver con la política".
Lo tiene todo que ver con él. La sanidad es su reforma insignia. Y sabe que si no la saca adelante, perderá la misma magia que lo condujo a la presidencia y que lo ha mantenido inmune durante los seis primeros meses. Por este motivo, las tragaderas de Obama están siendo bastante amplias. ¿Cobertura universal? Puede que no. ¿Subida de impuestos a la clase media? Bueno, tal vez, pero sólo si no soporta "todo" el peso de la misma. Dado que él no tiene nada que ver con la reforma, está muy predispuesto a aprobar cualquier cosa mientras lleve el epígrafe de "reforma de la sanidad".
¿Qué no tiene nada que ver con la política? ¿Entonces cómo es que, por poner el ejemplo más claro, en este grandioso debate de la sanidad no escuchemos ni una palabra acerca de las peores fuentes de derroche de la medicina estadounidense: el gasto demencial y las primas arbitrarias que suponen las demandas por negligencia?
Cuando un neurocirujano tiene que pagar 200.000 dólares al año en concepto de seguro por negligencia antes de encender siquiera la luz de su consulta o contratar a su auxiliar, ¿quién cree que va a pagar ese coste? Pues los pacientes en forma de minutas médicas más elevadas.
Pero el mayor derroche se da en el coste encubierto de la medicina defensiva: exámenes y pruebas que los médicos solicitan sin ningún otro motivo que protegerse de posibles demandas. Todo médico conoce, igual que yo lo conocía cuando ejercía hace años, la magnitud de gasto innecesario en el que se incurre no por motivos médicos sino judiciales.
La reforma del sistema jurídico permitiría ahorrar miles de millones de dólares. Pero aun así no aparece por ninguna parte en las propuestas de ley demócratas. Y Obama no dijo "estaba boca es mía" sobre este asunto a lo largo de la hora que duró su rueda de prensa sobre sanidad. ¿Por qué? No supone ningún misterio. Los demócratas dependen como parásitos de las colosales donaciones que realizan los picapleitos.
¿No nos prometió Obama una nueva política que antepusiera a la gente sobre los grupos de presión? Claro. Y ahora promete una atención médica ampliada, independiente del puesto de trabajo y de calidad superior... ¡a un menor precio! Lo único que no ha prometido hasta ahora ha sido extirpar la maldad del carácter humano. Esa ley se presentará la próxima semana.
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