A esta hora que escribo, la oferta de Zapatero a Cataluña va por los 3.600 millones de euros. Es una equivocación creer que Zapatero está cometiendo la indignidad de someterse al chantaje de un minúsculo partido como es el de la Esquerra. La indignidad y el chantaje existen, pero no es la Esquerra la única que lo practica. Son la mayoría de los catalanes, independentistas o no, los que votan a partidos y políticos cuyo principal promesa electoral es la de chantajear a lo que ellos llaman el Gobierno central y que, en realidad, somos todos los demás. Bueno, todos, no. A los vascos y navarros, gracias al cupo, el asunto les resbala. También nos equivocamos en la Meseta cuando decimos que el nuevo Estatuto catalán carece de legitimidad porque no ha sido respaldado por la mayoría de los catalanes. Mentira. Lo que hizo la mayoría de los catalanes es desentenderse del asunto, dejando que fueran otros los que decidieran entrar a saco en la caja común para luego ser todos ellos, incluidos los que se abstuvieron, los beneficiados. Pudieron votar "no", pero no lo hicieron. Prefirieron abstenerse y dejar que las cosas, y el dinero, siguieran su curso.
No sé si los catalanes son o no mayoritariamente independentistas. Lo que es obvio es que la solidaridad con el resto de España no es allí un valor al alza. Antes, los independentistas reclamaban un referéndum. Ahora ya no. Las cosas han llegado a un punto de hartazgo que, si se llegara a convocar y celebrar en toda España, podría darse la sorpresa de que los independentistas lo perdieran en Cataluña y lo ganaran en el resto de España.
También es un error achacar la culpa de esta situación exclusivamente a los catalanes. Los dos partidos mayoritarios podrían sin esfuerzo haberse puesto de acuerdo en cortar de raíz la deriva insolidaria que poco a poco ha ido tomando Cataluña. No lo hicieron. En cambio, no tardaron ni diez minutos en acordar gastarse 90.000 millones de euros en tapar los agujeros que ha dejado su gente en las cajas de ahorro que mangonean unos y otros.
Entre tanta subasta, se echa en falta la voz de Esperanza Aguirre. Rendido Rajoy a la futura necesidad de negociar con CiU, herido de muerte Francisco Camps, la única que puede y debiera tronar es ella. El nuevo sistema diseñado por Zapatero consiste en repartir mucho más dinero que antes para que todos reciban más y no se note que en realidad lo que está haciendo es quitárselos a uno para dárselo a los otros. Naturalmente, no tenemos ese dinero. Hay que pedirlo prestado y lo primero que hará la nueva financiación autonómica es entramparnos hasta las cejas. Como los más ricos son los que más cobrarán, según el criterio impuesto por Cataluña, Madrid saldrá muy beneficiada. Si de verdad Esperanza Aguirre quiere ser la dirigente nacional que todavía puede ser, debería denunciar este sistema y negarse rotundamente a aceptarlo por mucho que beneficie a los ciudadanos de su comunidad y por mucho que ella no vaya a ser la responsable de tamaño endeudamiento. No debería temer la reacción de los madrileños. Ni son insolidarios ni votan a partidos que prometen insolidaridad. En cuanto lo hiciera, serían muchas las comunidades que la seguirían. Es posible que llegara a apuntarse alguna de las gobernadas por los socialistas. No es el momento de contar monedas, sino el de la verdadera grandeza política.