Gabilondo perdona a Aznar
¿Habrán descubierto los valedores opinativos del proceso que aquello no conducía a ningún lado o, más bien, siempre lo supieron, sólo que ahora no toca?
Coincidí hace unas fechas con el periodista José María Calleja en una tertulia de televisión de la periferia. "¿Cómo va lo tuyo con Isabel San Sebastián? ¿Cómo fue aquello que la llamaste, 'antiterrorista de discoteca' o así?", le dije con aire primaveral en el piscolabis previo a entrar al estudio. "Estoy querellado", sonrió sin asomo de preocupación, incluso un poco divertido. "Me habré equivocado seguro en muchas cosas. Pero yo creía que hablando con los terroristas se podía solucionar algo, que era bueno, y por aquello me llamaron amigo de ETA y cosas peores". No supe si estaba cantando la palinodia, pero desde luego había buen rollito, no sé si porque en aquel programa de televisión no pagaban lo suficiente para que a Calleja se le fuera estratégicamente la virgen.
Quien sí la ha cantado, la palinodia, es otro amante incondicional y muy principal del diálogo y del "proceso", Iñaki Gabilondo, quien incluso le concede cierta condición humana a Aznar ("él tenía razón y yo no"), cosa meritoria para quien tiene afirmado que todo lo que tenga que ver con el ex presidente le pone del hígado y le hace perder el desasimiento y el aura. ¿Habrán descubierto los valedores opinativos del proceso que aquello no conducía a ningún lado o, más bien, siempre lo supieron, sólo que ahora no toca?
Porque no ha ocurrido nada que justifique ese cambio de opinión, y nadie le ha hecho aparentemente ninguna putada a Gabilondo para que de repente hable con sentido común, cuando nadie lo espera, ni se le pide. Salvo que hay un Gobierno vasco medianamente distinto, todos están donde solían, si acaso ahora ETA mata un poquito menos y Aznar, por mucha razón que tuviera, es odiado un poquito más por esa parte del país que se lo cree todo, sea una cosa antes y ahora su contraria. ¿Quién le devuelve ahora sus cincuenta y nueve segundos de infamia, que fueron algunos más, a Aznar? ¡Pero si de pronto descubrirán que Jaime Mayor Oreja es algo más que el cenizo caduco con "esa cara de ir a dar siempre el pésame" con la que lo pintaron siendo ministro, de modo que votarle en las recientes elecciones al Parlamento Europeo daba hasta mal fario!
Sería mucho pedir que a los fósiles, los resentidos, los antiguos, los amargados, "los de siempre" que se han venido oponiendo a sentarse con los terroristas a hablar de recetas de cocina también se les extendiese el beneficio de esta interesada rehabilitación de Aznar. No da tiempo a dejar de considerarlos unos meros fachas según la doctrina oficial, porque cuando otra vez toque descubrir que lo mejor es entenderse con ETA no habrá que molestarse en volver a ponerles la etiqueta.
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