Mosqueo planetario
La blogosfera de izquierdas ardería de indignación. "Bush, el matón de moscas", "Bush, el exterminador", "Bush mata moscas como mataba niños en Irak", "Bush, negacionista del cambio climático, pone ahora en peligro la supervivencia de las moscas".
El mundo progresista esperaba con infinita ilusión la era Obama y, por fin, podemos decir que el presidente americano ha pasado a la acción. Ha matado una mosca. Y ante las mismísimas cámaras de televisión. Ha sido, como bien decía Pajín, un acontecimiento planetario. Él mismo valoró en el acto su proeza: "Impresionante". Hay que perdonarle la falta de modestia. Aunque ya sabemos que todo hay que perdonárselo a Obama. Incluso que confirme, con otras de sus actuaciones, tal vez menos impresionantes que el papirotazo a la mosca, la política exterior de George W. Bush. En La Moncloa han de levantar el teléfono o enviar un telegrama para felicitarle. Qué habilidad, qué maestría y qué campechanía. Es un presidente dispuesto al diálogo con todos, igual que ZP; con todos, excepto con las moscas.
Ah, pero si hubiera sido Bush... De haber sido Bush el autor de la muerte de la mosca el mundo progresista no lo habría tomado a broma, no sonreiría con bobalicona admiración. Uno puede imaginar fácilmente los comentarios y los titulares. La blogosfera de izquierdas ardería de indignación. "Bush, el matón de moscas", "Bush, el exterminador", "Bush mata moscas como mataba niños en Irak", "Bush, negacionista del cambio climático, pone ahora en peligro la supervivencia de las moscas". El ecologismo dominante ya nos habría comunicado a estas horas qué valiosa especie de mosca había caído víctima de su desprecio por la biosfera. Pero qué van a decir esos grupos cuando en nombre de la defensa de los animales se disponen a exhibir a la nieta del Che Guevara, forofa de su criminal abuelo, ataviada al estilo guerrillero.
La mosca televisiva podía haber obtenido tanta fama y tantos defensores como el iraquí que le arrojó sus zapatos a Bush, pero como no la mató el malvado ex presidente su destino es el olvido. Pues Obama es bueno, porque así lo han decretado quienes viven en un pequeño y cerrado universo maniqueo, que no verán en su ensañamiento con un insecto inoportuno la pulsión de una naturaleza cruel, violenta y belicista, que es lo que habrían visto en su antecesor. Y no es hipérbole. Hubo quien levantó teorías sobre el sadismo de Churchill por su afición a matar moscas. Afición que Obama debe de tener, a juzgar por lo certero de su golpe y la satisfacción que le procuró su hazaña. A mí, que como los budistas trato de no matar a ningún bicho, me ha parecido un espectáculo triste. Pero más triste es tener la certeza de que hasta un acto tan nimio puede desatar aplausos o críticas según el color ideológico de quien lo perpetre. Pobre mosca.
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