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GEES

El problema es Occidente

Duros y moderados discrepaban de como engañar a los occidentales respecto al modo en que iban a continuar su programa armamentístico nuclear. Resuenan al fondo las palabras de Bernard Lewis, sabio del islam: "O les llevamos la libertad, o nos destruyen".

Losacontecimientos de esta semana en Irán son más significativos para definir el Occidente de nuestros días que para la propia Persia.

El contexto amplio es el siguiente. Desde que se declaró ridículo y potencialmente peligroso el discurso en que Bush identificó a Irak, Irán y Corea del Norte como el eje del mal, se han ido poniendo los mimbres para empezar a combatir las batallas de nuestro tiempo poniéndonos del lado de nuestros enemigos. Si mi enemigo es mi amigo, ¿quién es mi enemigo? El contexto más cercano se refiere a la actuación de prensa occidental y cancillerías respecto a la elección en Irán. Cualquiera hubiera dicho que se estaba eligiendo en la Inglaterra de Churchill.

Musavi, se decía, era el representante de la moderación. La política de complacencia había impedido la radicalización. El interesado, que como todos los demás candidatos lo es sólo en función de lo que decida la conferencia de ayatolás asociados, era tan centrista que había sido primer ministro de Jomeini. Es igual, nuestra cautela había logrado que los candidatos extremistas fueran rechazados desde dentro y el mundo, empujado por la clarividencia de Obama, y la inactividad del resto, había desactivado el peligro que sólo los ultraconservadores liberales y no-sabemos-qué-más de la derecha veían.

Pero, en realidad, en este manifiesto de los persas, los absolutistas y los conservadores, partidarios por sus hechos de la opresión en Irán, son otros.

Estos días Obama decía que estaba impresionado por el robusto debate democrático durante las elecciones. Robusto: siete muertos el lunes, ¿hay más robusto que esto? Obama no hacía sino reflejar la convención dominante de que Irán es como Suiza pero con sus habitantes más morenos. La cuestión es que una vez advertido que no, que Occidente, con sus neuras posmodernas, se engañaba, la política que han puesto en marcha, continuando con sus tendencias anteriores, no sólo no toma nota de la realidad sino que sigue anclada en convicciones demostradas no ya erróneas sino alucinadas.

Por una parte ya empieza a ser entendido en Occidente que los Estados Unidos están en retirada, o en pasotismo, o aquietados, o como se quiera llamar. De ahí que Francia haya cubierto el vacío. Ingresa plenamente en la OTAN y las declaraciones de Sarkozy, pronunciando palabras como "atrocidad y fraude" sean más robustas comparadas con: "no queremos ser vistos interviniendo en procesos electorales ajenos" del oportuno presidente americano.

Pero Obama no sólo quiere no ser visto, quiere hacerse pequeñito y desaparecer. Y el síndrome francés –quien quiera ver idealismo en la patria de Francisco I y Richelieu va listo– es más o menos el contrario: habla alto porque de todos modos se la ve poco. La realidad es que Occidente no quiere problemas. No se trata de que inyectar moralidad en la política exterior, como hacía Bush, estuviera mal y que el pragmatismo cínico traiga mejores resultados y promueva el entendimiento. Si en El Cairo Obama estaba muy moralmente preocupado por nuestra arrogancia a la hora de imponer la democracia: desde luego, nadie tendrá dudas ahora de que nos trae sin cuidado. La cuestión es especialmente problemática por razones exclusivamente internas: cuando los pueblos pierden la sensibilidad hacia la libertad ajena es que la han perdido con respecto a sus propias naciones. Mirar al otro lado para no recibir a disidentes, o hacer como que los demás países son dechados de virtudes con respecto a Occidente cuando no lo son, lo que significa es que cada vez queremos menos libertad para nosotros mismos y estamos menos dispuestos a defenderla.

Puede ser que la complejidad de las cosas haga evolucionar la situación en sentidos inesperados y que ahora que se ha encendido la mecha y que Jamenei ha tenido que bajar de un pedestal donde se supone que debía permanecer siempre, Irán cambie a mejor, pero no será gracias a nosotros. Pero de momento, duros y moderados discrepaban en la manera de engañar a los occidentales respecto al modo en que iban a continuar su programa armamentístico nuclear. Resuenan al fondo las palabras de Bernard Lewis, sabio del islam: "O les llevamos la libertad, o nos destruyen".

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