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José Carlos Rodríguez

Las drogas han ganado

El propio Estado se convierte en un criminal en la lucha contra un crimen que no es tal. Esa es la guerra contra las drogas.

Nicholas Kristov, columnista del New York Times, ha recordado que este año se cumplen 40 de la "guerra contra las drogas" declarada por Richard Nixon, y su conclusión es que, visto lo visto, "parece que las drogas han ganado". Más que eso, ocurre que la pretensión de ganar contra el consumo de drogas no tiene ningún sentido. Estas sustancias forman parte de la naturaleza, y el hombre ha recurrido a ellas desde siempre. Siempre habrá una parte de la población que recurrirá a ellas por varias razones. Si la demanda está ahí, la oferta le seguirá inexorablemente. Poner los recursos del Estado al servicio de la prohibición de su consumo, producción y distribución no acaba con la raíz del asunto, que es su demanda. Y no sólo no resuelve la cuestión, sino que añade otros problemas que son, al menos, tan graves.

El primero de ellos es que convierte un comportamiento legítimo, como es el consumo o la producción de drogas, en un crimen. Pero no puede haber un crimen sin víctima, y no hay víctima cuando las decisiones se toman sobre lo que a uno le pertenece, como es su propio cuerpo. Si el Estado criminaliza comportamientos legítimos y que, por tanto deberían ser libres, ya no hay límite a su intervención. En los crímenes de verdad, hay un hecho contingente que delimita la criminalidad, que es la acción sobre la víctima. Puesto que ahora lo único que le limita al Estado es su propia consideración de lo que debe ser o no un crimen, y ese criterio es arbitrario e interesado, ya no hay límite real.

Convertir la producción de drogas, que no desaparecerá jamás, en un crimen, supone ampliar el ámbito criminal por decreto. El hecho de estar fuera de la ley ampara y fomenta que se adopten otros comportamientos que sí son delictivos. Además, todos los recursos del Estado que se dedican a luchar contra el tráfico no se destinan a los verdaderos crímenes. Por si ello fuera poco, la propia actuación del Estado se parece más, efectivamente, a una guerra, en la que todo vale, que a la actuación de la policía sometida a la ley. Un informe de Naciones Unidas de 1988 reconocía que la lucha contra las drogas se está "alejando de los principios generales del Derecho". El propio Estado se convierte en un criminal en la lucha contra un crimen que no es tal. Esa es la guerra contra las drogas.

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