Berkelio, el usuario genial de algunas de las mejores bitácoras que ha dado la blogosfera española, solía escribir que, nos guste o no, el PSOE garantiza la paz social. Así, en condiciones adversas y con comportamientos que a cualquier otro partido le costarían una revuelta social, el PSOE logra perder el poder por la mínima y sin apenas presión social. Pero, ¿acaso no podríamos llevar el planteamiento de Berkelio más allá y atrevernos a sospechar que es el PP el que planta la semilla de la pax socialista con su renuncia a las ideas?
Para adentrarnos en lo que dejaba entrever Berkelio, sería conveniente centrarnos en 2007, un año singular en la historia reciente de España. En aquellas fechas, el liberal conservadurismo comenzaba a salir a la calle de forma masiva y redescubría la esfera pública que durante tanto tiempo le había estado vedada. Por mucho que a un personaje como Rajoy le molestara una iniciativa que no se esperaba ni controlaba, constituía una manifestación de civismo, de democracia; un deseo legítimo de igualar la balanza y de decirles a los conciudadanos del Prestige, del no a la guerra y del queremos saber que España es de todos. Habermas sonreía y las alarmas sonaban en Génova y Ferraz.
La debacle de las Generales de 2008 no trajo la necesaria dimisión de Rajoy, sino el congreso búlgaro y, lo que es más trágico para nuestra sociedad, la desmovilización de una ciudadanía que había asumido su copropiedad de la esfera pública. Rajoy se quedó para adormecer una marea que comenzaba a cuestionar el papel que el PP había asumido en el turnopacifismo recreado por la Transición. Mientras la derecha se encargaba de poner en orden las finanzas tras el desastre que todo gobierno socialista que se precie provoca en la economía española, otros gestionaban las ideas y las emociones. Por eso, el proceso de ingeniería social que viene padeciendo la sociedad española desde hace décadas, un coto exclusivo de la izquierda, implica que las legislaturas del PP se conviertan en un mero ejercicio de legitimidad de todo aquello que haya impulsado el socialismo. La práctica del barbecho ideológico tan característica de la derecha española crea el terreno perfecto para la siembra socialista una vez ésta retoma el poder. Se trata de un círculo vicioso en el que la izquierda asegura la paz social y la derecha con disfraz de piñata aporta la tensión que culminará, finalmente, en otro ciclo de calma en las calles. Es evidente que, en este proceso, el mal mayor lo constituye la derecha por su traición repetida a un electorado de naturaleza naíf, si bien la estrategia para vender esta renuncia resulta brillante por simple: la derecha renuncia a la ideología por su condición de maricomplejines. Nada más lejos de la realidad. La derecha no renuncia a nada, sino que cumple un papel asignado y asumido.
¿Cómo romper entonces el círculo que nos ahoga? Rompiendo el turnopacifismo, con lo que eso implica; es decir, sin UPyDs de la vida. Si el PP encarna el barbecho de las ideas y emociones como fórmula de alternancia política, entonces deberá considerársele un mal mayor. Nada será más pernicioso para los liberal conservadores que una legislatura en la que un Rajoy en la Moncloa asuma los hechos consumados del zapaterismo y deje que los campos reposen a la espera de las semillas que más tememos.