Uno contempla con desolación la incapacidad de Albert Rivera para tomar conciencia de la realidad. Quienes hemos tenido la desgracia de vivir impotentes desde dentro la deriva suicida que emprendió C’s inmediatamente después de las elecciones autonómicas, ya casi no nos extraña nada, pero la respuesta dada por la dirección al desastre de las elecciones europeas y el silencio de su responsable, certifican que es capaz de cualquier cosa por conservar el coche oficial y los restos del naufragio.
Dos conferencias de prensa han bastado para dejar al descubierto su empecinamiento en el error. Ahora va a resultar que los medios que mejor se han portado con C’s (El Mundo y la Cope) se han confabulado contra Albert Rivera; y que sus dos excompañeros de escaño en el Parlamento dejaron el partido guiados por una conspiración para demolerlo desde dentro. En su delirio, han celebrado que Libertas haya provocado el adelantamiento a las europeas de lo que tenían previsto hacer en las autonómicas. Y si tales extravagancias no fueran suficiente, culpó a los ciudadanos españoles de su incapacidad para entender su mensaje europeo: "nosotros quisimos ser puristas y hablar de Europa y hay que reconocer que la sociedad española y europea no está preparada para eso". Todo menos reconocer lo evidente: de los 90.000 votos de las autonómicas del 2006 ha pasado en Cataluña a los 7.000. O por ser más exactos:
- Elecciones Autonómicas del 2006: 89.567 (3,04%) votos.
- Elecciones Municipales del 2007: 67.298 (2,35%) votos.
- Elecciones Generales del 2008: 27.408 (0,74%) votos en Cataluña (y 45.750 o 0,18% si contamos los de toda España, incluida Cataluña)
- Elecciones Europeas del 2009: 6.981 (0,36%) votos en Cataluña (y22.805 0,15% en el conjunto de España)
Unas escalada ininterrumpida hacia la nada. Y no será porque no se le haya advertido, demandado responsabilidades o nos hayamos opuesto a sus bandazos ideológicos.
No hay más ciego que el que no quiere ver. Y no lo digo con segundas. Al contrario, al menos el ciego Durán ha visto con claridad el fiasco electoral, mientras el vidente Rivera ha hecho de la ceguera su particular modo de arruinar el proyecto no nacionalista que tantos años y esfuerzo ha costado levantar. En el colmo del autismo ha tenido el descaro de declarar a Periodista Digital: "He aprendido que ser coherente e independiente tiene su coste". E inmediatamente y sin un solo reconocimiento de la debacle, ha huido hacia las elecciones autonómicas, ese cuento con que sigue engañando a sus más sumisos dependientes: "C's inicia un nuevo ciclo político que tiene las elecciones autonómicas como su objetivo prioritario".
Muchos hemos pedido su dimisión: los dos diputados, cargos electos en ayuntamientos, cargos del Consejo General, coordinadores de agrupaciones y un sin fin de militantes; ahora se le han unido los concejales de las poblaciones más importantes para C’s que aún no se han ido del partido. El Mundo, en su editorial del 9/06/09, ha caído también en la cuenta: "Rivera debe irse para que Ciutadans pacte con UPyD". "El resultado (europeas) es un auténtico desastre para el proyecto de Ciutadans, cuyo líder, Albert Rivera, ha tirado por la borda el capital político logrado en las autonómicas catalanas gracias a la ilusión de miles de votantes que creyeron en su proyecto. UPyD se ha quedado con sus electores –logró doblar en votos a Ciutadans en Cataluña–, por lo que Rivera sólo tiene una salida digna: dimitir para facilitar el entendimiento con el partido de Rosa Díez".
Es preciso que alguien haga recapacitar a este chico. Quienes hemos sufrido la intemperie nacionalista durante tantos años no podemos comprender cómo la ambición personal puede arruinar un proyecto de oposición al nacionalismo en las próximas elecciones autonómicas catalanas. A ellas no deberían presentarse dos partidos políticos compartiendo el mismo espacio electoral no nacionalista. En esto acierta el editorial de El Mundo, pero yerra cuando cree que aún es posible una unión, fusión o pacto con UPyD. Hubo un tiempo en que eso fue posible, pero Albert Rivera se encargó de arruinarlo desde el inicio, aunque fue lo suficientemente zorro para hacer creer a los medios lo contrario.
Ya no es posible porque ha dilapidado la seriedad ideológica con el pacto de Libertas, y en las elecciones europeas, la solvencia electoral. El partido ya sólo es una trinchera hueca y su logo un letrero intoxicado. La virginidad, como la inocencia, cuando se pierden, nunca más se pueden recuperar.
Pero el proyecto no nacionalista no ha muerto, sus militantes son ahora muchos más, la pedagogía ejercida desde el Parlamento ha calado y ha roto la atmósfera sagrada del nacionalismo. Sólo se requiere un poco de generosidad por parte de unos cuantos. Y trabajar juntos bajo un liderazgo enérgico que haya demostrado merecer la confianza de todos. A buen entendedor, pocas palabras bastan.