El cuento de la lechera
Suárez fue el Rodríguez Zapatero de la derecha española. Quizá por eso jamás renunció a jugar en el terreno del contrario, disputándole sin tregua el espacio electoral al PSOE.
Con el régimen electoral español ocurre lo mismo que con la Declaración de Independencia Americana: suscribirlo implica aceptar ciertas verdades como evidentes; la principal, que sólo se gobierna con holgura desde la izquierda agregando al electorado estructural del PSOE las voluntades del independentismo catalán más radical, además de ese etéreo universo sociológico que, por lo común, habita extramuros del sistema; sensu contrario, cubriendo el partido de la derecha bajo un único manto electoral al siglo XXI, al XX y a una porción nada despreciable del XIX. O sea, logrando conciliar un programa conservador clásico con los valores laicos y liberales de la burguesía ilustrada, sin tampoco renunciar a cierto afán regeneracionista, ése que ansiaría monopolizar el progresismo canónico.
Por lo demás, en ausencia de algún catalizador emocional externo, un látigo sentimental que movilice a las bases de uno u otro bloque, la única estrategia ganadora es la de los pesos pesados en boxeo: acercarse al contrario, abrazarlo y dar en trabajarle el hígado sin piedad, hasta que caiga al suelo. Y es que, bajo condiciones de prosaica normalidad, el partido de la derecha necesita de modo imperativo arañar votos en los caladeros tradicionales del PSOE si en verdad aspira al poder. Algo tan simple y, por lo visto, tan difícil de comprender. Con razón repetía el difunto Fernández Ordóñez que España es un país en el siempre hay que andar luchando por lo obvio.
Así, en puridad, únicamente Adolfo Suárez, un tipo tan parecido a la izquierda que pensaba como ella, llegó a entenderlo. Huérfano de experiencia profesional fuera de la Administración, refractario a la cultura humanística, titular de un currículum académico mediocre, carente de cualquier ideología más allá de la pasión por el poder, simpático, excelente relaciones públicas, intuitivo, audaz, Suárez fue el Rodríguez Zapatero de la derecha española. Quizá por eso jamás renunció a jugar en el terreno del contrario, disputándole sin tregua el espacio electoral al PSOE. Y, por cierto, hasta que los chicos listos de la democracia cristiana destruyeron UCD, ganó todas las elecciones.
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