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Zapatistóteles

Menos cristianismo, menos Platón y menos Aristóteles; más ideología, más materialismo y evasión de todo aquello que al ser humano –español y no– le puede plantear problemas.

Gracia tendría la entrevista a Rodríguez Zapatero en La Vanguardia del pasado domingo, si no fuese porque detenta el timón de esta nación llamada España. De la entrevista se desprenden rasgos psicológicos y humanos bien conocidos del presidente, que explican también su labor de gobierno desde 2004. Son elementos necesarios para el analista. Burgués acostumbrado a la buena vida, de escaso apego al trabajo y al estudio, obsesionado con un pasado que quisiera protagonizar, sin convicciones morales y con una ideología nebulosa, su perfil interesará a psicólogos y psicoanalistas. Por nuestra parte, extraemos dos rasgos que tienen bastante que ver con su proyecto social, cultural e ideológico del inquilino de La Moncloa, y que son todo un aviso a liberales, conservadores y humanistas en general.

En primer lugar, su carácter materialista en el sentido más basto y grosero del término. Metido en camisa de once varas, ZP niega tanto la dimensión trascendente del ser humano como la legitimidad humana de conocer más allá de la subjetividad, aunque lo haga en su estilo ligero e inconsecuente habitual:

Creo que la paz que debes a los demás, que yo trato de infundir a mi alrededor, se consigue en buena medida si no tienes la angustia de pensar qué será de ti una vez que desaparezcas de este mundo. Yo me asomo a ese precipicio de manera pacífica, estableciendo un pacto de aceptación con la naturaleza (...) Estoy en paz con el más allá, no me provoca ninguna angustia, ni siquiera persigo el intentar saber, creo que ese es un afán vanidoso del ser humano.

Pseudofilosofia trascendente que no esconde su rechazo a lo trascendente. Desengáñense los cristianos: Zapatero jamás les respetará, porque su preocupación no tiene sentido, se soluciona mediante la abstracción zen o el soma huxleyano, pero nada más. El cristianismo es sustituible; y lo será en el futuro. Y siguiendo a ZP, no sólo la religión no tiene sentido en el hombre. Determinados saberes no tienen cabida en una sociedad. Quienes buscaban una explicación no sólo ideológica sino psicológica de la aniquilación de la asignatura de Filosofía en el bachillerato, aquí tienen una explicación:

Creo que nadie puede conceptualizar de manera sensata y racional lo que puede ser un ser supremo que haya provocado la creación y al cual estemos todos sometidos de una manera u otra. Creo que lo que es trascendente es lo que uno puede hacer más allá de su corta existencia.

Sustitución del pensar por el hacer, del reflexionar por el actuar, de la racionalidad filosófica o ética por la instrumentalización del día a día. Relativismo, pereza intelectual, desprecio a quienes se preocupan más de lo trascendente que de lo inmediato. El humanismo, entendido como la aspiración del hombre a algo más que calmar sus angustias, no tiene sentido. La religión, la filosofía, las artes que la cultura occidental ha considerado más elevadas, carecen de sentido para él. No le temblará el pulso contra ellas, y no desdibujará la sonrisa de su cara. Porque lo hará –lo está haciendo– con toda su buena intención.

La entrevista, además de los dos puntos anteriores, nos descubre otra particularidad, que tiene que ver con la ligereza de sus juicios. En otra inexplicable reflexión, el presidente entiende la abstracción no como la capacidad de ir más allá de la realidad y las necesidades inmediatas y cortoplacistas, sino como la capacidad de evadirse de lo que le rodea, problemas, asuntos y personas:

Tengo mucha capacidad de abstracción. Incluso en una conversación, en una charla entre varios, tengo facilidad para evadirme, y es algo que me han señalado siempre. Pero no dedico un tiempo específico a la abstracción.

Confundiendo orgullosamente abstracción intelectual –política, histórica– con evasión, Zapatero no sólo provoca cierta hilaridad y preocupación. Nos da pistas sobre su incapacidad de afrontar algunos problemas teóricos y prácticos, y su tendencia a la huida de asuntos y personas.

Menos cristianismo, menos Platón y menos Aristóteles; más ideología, más materialismo y evasión de todo aquello que al ser humano –español y no– le puede plantear problemas. ¿Cabe mayor aportación de Zapatistóteles al futuro de los españoles?

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