Obama papal
Obama es sorprendente porque como presidente de los EEUU se supone que su nivel de interlocución son los políticos del resto de naciones. Pero él ha optado por no hablarles a ellos, sino al islam, a la religión que une a 1.500 millones de musulmanes.
Obama no deja de dar sorpresas. Mientras que medio mundo, sobre todo sus aliados, espera su discurso sobre política internacional con ansiedad, porque ya va siendo hora de que despeje qué quiere él del mundo y cómo ve el papel de América en el mismo, ha decidido que tenemos que seguir esperando. Su histórica alocución –tal y como ya ha sido bautizada por sus asesores de prensa de la Casa Blanca a pesar de que aún no se ha realizado– no versará sobre política exterior, sino que se dirigirá al islam y se realizará en El Cairo. En tres días.
Obama es sorprendente porque como presidente de los Estados Unidos se supone que su nivel de interlocución son sus homólogos, esto es, los dirigentes políticos del resto de naciones. Pero él ha optado por no hablarles a ellos, sino al islam, a la religión que une a 1.500 millones de musulmanes. Digamos que es como si viajara a Roma para dirigirse no a los italianos o europeos, sino a los católicos. Que se sepa, estar sentado en el Despacho Oval no le confiere al presidente americano autoridad religiosa alguna. Hasta la fecha. Sea como fuere, Obama se dirige al pueblo musulmán.
Y esto es también grave. Porque rompe con todo lo hecho desde el Norte de África a Filipinas en los últimos 60 años. Se han erigido naciones, no siempre con tino ni con fronteras históricas, pero han contado con gobiernos al fin y al cabo. El nacionalismo ha imperado en la región. De hecho, sólo lo islamistas más radicales se proclaman superadores de los viejos nacionalismos y hablan de la Umma, la unidad de fieles en el islam, sin más fronteras que su religión. ¿Es a eso a lo que se dirigirá Obama?
Si, más modesto, se dirigiera "solamente" al mundo árabe, tampoco se estaría haciendo un gran favor, pues el mundo árabe es una entelequia dividida y compuesta por regímenes de muy distinta naturaleza, desde lo simplemente despótico a lo teocrático, donde los derechos humanos son de todo menos respetados y donde la tolerancia brilla por su ausencia. Obama debería elegir hablarles a sus homólogos, los príncipes y jeques que gobiernan sobre la calle árabe, desde El Cairo a los Emiratos. Pero, ¡ay!, se nos olvidaba que la agenda de la libertad y la dignidad de la persona era cosa de Bush, no de Barack Hussein Obama.
Todo es posible en la boca de Obama, pero sinceramente dudamos que su speech se vaya a mover en el terreno de lo teológico. Él es un político. Lo que nos tememos es que todo encubra lo único que sabemos que ha cambiado hacia la zona: su política hacia Israel. Lo único que Obama puede sacrificar ante el islam es la tradicional alianza de América con el Estado judío. Si Obama llegase a hacerlo, más tarde o más temprano se dará cuenta de su gravísimo error. Los radicales se volverían más radicales, los "moderados" dudarían de la firmeza de Estados Unidos y correrían a conciliarse con los islamistas, jomeinistas y binladistas, y el Oriente Medio se movería entre la revolución islámica y la guerra. Y es que de buenos deseos, aunque sean de Obama, está el cementerio lleno.
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