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Florentino Portero

Kim el grande

El que el bueno de Kim vuelva a poner en evidencia al pobre Obama es algo que la progresía jamás perdonará a Bush. Bajo ningún concepto es aceptable que el tiempo dé la razón a ese reaccionario, convirtiendo a Obama en su discípulo light.

Jamás pensé que llegaría a escribir esto, pero he de reconocer que empiezo a sentir admiración por Kim Jong-il, el déspota norcoreano que ha llevado a su pueblo a la miseria más absoluta. Podemos calificarle de muy distintas maneras, describir con mayor o menor precisión las atrocidades que ha cometido... pero ha sabido burlarse de la "comunidad internacional" y de tres presidentes norteamericanos consecutivos con una inteligencia y un temple dignos de elogio. Ha jugado fuerte, la protección china en el Consejo de Seguridad le ha funcionado hasta ahora y ha evaluado bien las prioridades estratégicas y los riesgos que Estados Unidos estaba dispuesto a correr. Se burló de Clinton, consciente de que estaba listo para dejarse engañar. Puso en evidencia la bravuconería de Bush, cuya oratoria se estancó, como tantas otras cosas, en las arenas de Irak y en la inconsistencia ideológica de su propio equipo. Ahora coloca a Obama ante su gran momento, el de demostrar, como prometió, que con una nueva diplomacia estos temas se podían resolver.

El amigo Kim, Kim el Grande, se ha convertido sin quererlo en Pepito Grillo, en la conciencia de una sociedad internacional que actúa a partir de un conjunto de lugares comunes a cual más inconsistente. Cuando estamos a punto de iniciar los festejos por el aniversario del Tratado de No Proliferación, supuesto punto de partida de nuevos convenios, asistimos sin rubor a su quiebra. Nadie hace nada, y si alguien apunta maneras descargamos contra él toda la batería de argumentos políticamente correctos. En un ejercicio superior de estulticia el editorialista de Financial Times cargaba contra Bush por la prueba nuclear norcoreana, con el argumento de que su política había llevado a esta situación, queriendo olvidar que fue el incumplimiento por parte de Corea del Norte de Tratado Marco lo que forzó el cambio de política, no el capricho de un presidente. El que el bueno de Kim vuelva a poner en evidencia al pobre Obama es algo que la progresía jamás perdonará a Bush. Bajo ningún concepto es aceptable que el tiempo dé la razón a ese reaccionario, convirtiendo a Obama en su discípulo light.

Corea del Norte ha demostrado al mundo cómo se puede llegar a disponer de armas nucleares, de misiles de largo recorrido y vender unos y otros si se dan las circunstancias. Irán estudia el caso con atención y sigue el camino trazado. Se protege tras de Rusia en el Consejo de Seguridad y no tiene inconveniente en practicar el juego del soft power con europeos e incluso norteamericanos. Si se trata de ganar tiempo y demostrar buenas maneras, los ayatolás están dispuestos a divagar con quien sea. Ya están en la recta final y con Obama todo resultará más fácil.

Para Rusia o China es cuestión de realpolitik el impedir que Estados Unidos imponga el régimen de no proliferación sobre los violadores. Para muchos europeos el problema es el contrario, más vale que el régimen se venga abajo a tener que afrontar una nueva crisis. Pudiendo vivir en un mundo imaginario, ¿qué razón hay para tener que asumir la cruda realidad? No hay nada como un buen chute de "Estado de Bienestar" para convertir pueblos enteros en borregos. Sólo nos queda la esperanza de que China revise su posición ante el negativo efecto que la política norcoreana está teniendo sobre sus intereses en Extremo Oriente. Japón está en proceso de revisión profunda de su estrategia nacional. Ha vuelto a dotarse de un Ministerio de Defensa, ahora dispone de una armada poderosa y de un escudo antimisiles de última generación y, sobre todo, se comienza a hablar de su futura nuclearización. El coste de la protección a Corea del Norte resulta elevado para China, aunque también lo sería el dejarla caer: migraciones masivas, reunificación y establecimiento de un aliado de Estados Unidos en su frontera.

Poco a poco vamos comprendiendo cómo será el siglo XXI. Está claro que casi nadie parece dispuesto a preservar el viejo régimen de no proliferación, que todo se reduce a una hueca retórica. Muchos son los candidatos a dar el paso y cada día tienen más claro que su momento se acerca. Si a Corea del Norte le sale gratis la última prueba nuclear e Irán logra insertar una cabeza nuclear en uno de sus misiles no habrá duda, ya nos encontraremos en un nuevo período de la Historia. Sólo nos quedará contemplar sus consecuencias.

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