Farsa macabra
Las votaciones africanas no legitiman a Chávez, igual que en su momento no legitimaron a Hitler y a su banda de sicarios. No resulta posible tolerar que en nombre de una mayoría se aniquilen los derechos más elementales de las personas.
Álvaro Vargas Llosa estuvo retenido en el aeropuerto de Caracas, donde le arrancaron el pasaporte. Lo retuvieron durante dos horas y al liberarlo "le ordenaron" que no podía hacer declaraciones políticas de ningún tipo. Es irrelevante cuanto tiempo haya durado esta patraña elucubrada por el bufón del Orinoco, el tema central es que se tolere que un mequetrefe al frente del gobierno pueda tratar al país como si fuera su estancia personal y oponerse a que ingrese alguien que no sólo no ha cometido crimen alguno sino que se trata de un preclaro defensor de la libertad.
La soldadesca no conoce a la persona que iba invitada a participar en las conferencias del muy meritorio Centro de Divulgación del Conocimiento Económico (Cedice). No cambiará su rumbo ni se dejará amedrentar por los lacayos del mandamás de marras. Pero en todo caso, lo ocurrido pone de manifiesto una felonía más del teniente coronel Chávez, incapaz de comprender que sus atropellos deben tener límite. Las votaciones africanas que le dan aire a sus bravuconadas no le otorgan legitimidad, igual que no se la otorgaron en su momento a Hitler y a su banda de sicarios. No resulta posible tolerar que en nombre de una mayoría se aniquilen los derechos más elementales de las personas. Solamente un cretino aceptaría que si se ganan unas elecciones en las que se votaba pasar a degüello a los pelirrojos, estos deban poner mansamente sus pescuezos para que se los despedace. Si se procediera de ese modo no sería en nombre de la democracia sino de una irresponsabilidad mayúscula.
Por esto es que, desde Sidney y Locke, en toda la tradición civilizada se ha establecido el derecho a la resistencia. Eso fue lo que precisamente hizo Bolívar con el autoritarismo español. Eso es lo que se hizo en Estados Unidos para liberarse de los atropellos de Jorge III y su séquito. Si se analizara la prepotencia española en sus colonias de América de Sur y la inglesa en la del Norte, se vería que resultaba mucho menor en comparación con lo que viene ejerciendo el antisemita del Orinoco con el respaldo de Cuba, Irán, Corea del Norte y toda la bazofia disponible en el orbe.
Lo que se ha hecho con Álvaro Vargas Llosa es gravísimo, como también lo son todos los manotazos del coronel farandulero desde que asumió el poder absoluto en Venezuela. Es imperioso que se vuelva a establecer la República y la democracia en ese país para el bien de los venezolanos y del mundo libre. La farsa macabra que se vive en esa nación conduce a que se exterminen los vestigios de derecho que aún quedan en pie. Es de esperar que se reaccione a tiempo, antes de que los energúmenos en el poder barran con el valiente periodismo y demás reservas morales que aún quedan en Venezuela y se transforme el país en otro Gulag más.
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